¿Votar?

>> jueves, 25 de junio de 2009

Lo que mata es la inercia. Lo que asusta es el vértigo. Lo que pudre es ese espíritu tan argentino, a medio camino entre la genialidad y la miseria, entre el impulso de la lengua y la tibia moral que niega la empiria de la mirada, a según su conveniencia, claro.

Lo que me harta es el desconocimiento del otro. Preguntarme a quién votar en una elección, en cualquier elección, es construir un rascacielos llamado sociedad empezando por las ventanas del vigésimo séptimo piso.

La primera pregunta es por qué votar. O, lo que es lo mismo, por qué NO votar.

La falta de información es un problema. Pero más que aquellos que no saben quien fue San Martín me asustan las voces autorizadas, las que saben de memoria el nombre y currículum mortae de cada candidato, pero ignoran cuestiones vitales.

Vos, que estás informado, que sabés de qué va la cosa, que tenés una opinión más que formada, vos que crees en la democracia y en el estado, en el sistema y la pirámide, vos decime...

¿Sabés quienes son los Rockefeller? ¿qué me decís del grupo Bilderberg? Vos que defendés la patria, ¿sabés que los fabricantes de armas no tienen bandera? ¿entendés el significado de la palabra multinacional? ¿aceptás que todo se mueve si hay fondos económicos? ¿te das cuenta? las fronteras son un gran negocio.

Ninguna guerra pretende ser ganada, sólo mantenida. ¿Para qué eliminar al enemigo si el resultado es siempre el mismo, si la casa siempre gana? Porque... ¿Cuantos McDonalds hay en Vietnam?

Ya se ha dicho, “divide y vencerás”. Los cerebros que controlan el mundo lo entendieron muy bien. Tanto, que el mundo entero han dividido en estados y naciones. Y así nos vencieron, con sus falacias, con su sistema económico que se basa en inútiles papeles de colores en vez de recursos naturales y tecnológicos, con sus leyes placebo y sus prisiones, con sus premios y sus castigos, con sus religiones, con su paraíso capitalista y su infierno nuclear.

Porque tomaron el veneno y lo mezclaron con nuestra comida cuando eramos unos críos. Y luego nos dijeron que el veneno es bueno.

Es bueno trabajar ocho horas y apoltronarse a mirar una caja que nos dice LA VERDAD, es bueno ser feliz y sólo vamos a serlo si tenemos un celular que saque fotos, filme, actualice facebook y prepare café. Todo en menos de un segundo.

Y a nadie parece importarle que ese celular y esa caja idiota son fabricados por la misma empresa, que también es dueña de los canales de televisión; que también es nuestra empleadora.

Y así gira el mundo, transformado en una sombría maquinaria de sometimiento. Nosotros somos los engranajes, hombres que tocan el violín en un sótano, con las arterias de nuestros brazos por cuerdas.

Por eso soy lo que soy y no juro lealtad a la bandera. Yo soy anarquista detrás de mi monitor y en la calle, soy anarquista en la escuela y en mi cabeza, soy anarquista en la cárcel y en la silla eléctrica. Y cuando esté en la tumba y haya dejado de ser, también seré anarquista.

El domingo andá a la urna y votá para cambiar las cosas. Pero entendé que el cambio sólo viene desde adentro. Evolucioná. Tu voto no va a cambiar nada, eso no es relevante. Lo relevante es que te importe lo que ocurra alrededor. Porque es un primer paso para forjar un mundo mejor.

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