Alquimia

>> viernes, 19 de junio de 2009

NOTA: Escribí esto en 2006. Sigo sin madurar.

Transferencia de datos, información en estado puro, viajando en código binario a través de redes interminables constituidas con fibra óptica y señales satelitales. Es el signo de una era, llegó para quedarse, al menos por un tiempo. Es la era de la net. Y casi todo el mundo es una víctima. Sinuosa Generación.com

Babilonia sonríe. En un dejo de estupidez suburbana los flogs atacan a la poesía con sus míseros lugares comunes. MSN apuñala a Word por la espalda y William no puede estar más feliz. Millones de necios copian y pegan en sus “páginas personales” cuentitos y moralejas que pululan en la Comarca Virtual, infectando mentes jóvenes e impresionables, dando la impresión de que ha muerto la obra de autor.

Las Criaturas Del Vacío se fortalecen, los lobos aúllan a la nada, incluso la luna ha sido profanada. Y ahí, en medio del mundo donde los rostros sólo existen exánimes digitalizados en 300 dpi, se alzan, rebeldes, los últimos (o primeros, según a quien le preguntés) Terroristas Digitales. La libertad, su estandarte, la curiosidad, su pecado, las ganas de no pagar ni cobrar por su trabajo, su esencia. Undernet lo sabe. Y otros pocos, lo intuyen.

De la gloriosa obra de Sabato a la inmundicia de Coello, del brillante Sandman a los inconsistentes Mangas japoneses, del pop de Britney a la alquimia de Deep Purple. Todo está ahí, al alcance de tu mano. Internet es el medio de comunicación y la herramienta. Existen miles, millones de recursos, pero se encuentran perdidos entre páginas porno y fotologs, entre mails cadena y pop-ups. Babilonia sonríe.

Todos existen. Nadie existe. ¿Qué es real en la red?

Anonimatos que sólo le son útiles a unos pocos. Valientes legendarios en foros de vacua discusión. Dioses de canales de chat, los mismos que no se atrevieron a invitar a tu ex a salir a causa de una brutal inseguridad, la interacción con un mínimo de acción. Conocer gente que jamás se verá. Hablar de la vida privada del otro. Competir para saber quien tiene más contactos en su agenda. Promesas de sexo jamás puestas de manifiesto. Mierda.

¿Y qué hay de aquellos que están solos? ¿Si no tuvieran la bendita red, no tendrían a nadie? Mentira. Vulgar mentira. Si no tuvieran la red, saldrían a la calle, al mundo real. Se sentarían a charlar con alguien en un bar, sin importar su miedo atroz hacia las pocas criaturas de la noche que aún resistimos. Saldrían, porque tienen más miedo a la soledad que a cualquier otra cosa. Y además, estar solos no les haría daño, ¿verdad? La mayor parte de los seres humanos no sólo no sabe estar a solas, sino que desconoce, por completo, lo que es la soledad misma. Créanme, es algo que conozco como la palma de mi mano. Algo que abracé hace años. Y no ha hecho más que convertirme en un ser más fuerte cada noche.

Mientras unos buscan masturbarse viendo los plásticos pechos de algún travesti europeo a través de su webcam, otros leemos la obra de Sartre; mientras unos bajan famosos cortes publicitarios de TV, otros nos apropiamos de los poderosos riffs de Tony; mientras unos pierden el tiempo degradando la comunicación en salas de chat de sus ciudades, otros acercamos a millones de personas grandes obras que por mezquindad de viejos Mercaderes han sido truncadas; mientras unos exponen sus trilladas historias cotidianas, otros hacemos páginas como esta, con el mismo sentido, con la misma frialdad, con la misma conciencia de que sólo unos pocos leerán nuestras palabras.

Entonces, se preguntarán ustedes, amigos míos, ¿cuál es la diferencia entre unos y otros? No estoy seguro, sinceramente, de cual sea la respuesta, así que les diré cual es la similitud: ambos, unos y otros, consideran que su accionar es el único válido y que los otros son unos idiotas descerebrados. Al final, creo que nadie tiene la razón.

Me declaro un idiota descerebrado, incompetente, y poco práctico. Mis palabras no son válidas.

Me imagino que es la única afirmación inobjetable. Babilonia puede seguir sonriendo, William puede seguir feliz, Las Criaturas Del Vacío y Las Divinidades Del Pozo pueden seguir partiéndose de la risa al observarme. Al fin y al cabo, tras cada memorable paliza recibida, la decisión siempre ha sido la misma. Dolorido y cansado, erguirme nuevamente y caminar con rumbo a la próxima batalla. Después de todo, ¿qué tengo que temer? Desde los cazadores cro-magnon a las desquiciadas cortes medievales, pasando por los nazis y los criadores de ganado, todos aquellos que han intentado erradicarnos han fallado monumentalmente.

Algún día, las redes caerán. Los lobos, prevaleceremos.

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