Lanzanos

>> jueves, 27 de enero de 2011

Lanzanos es una plataforma de mecenazgo 2.0 O, para decirlo en otros términos, los creadores buscamos apoyo económico a través de esa página.

Antes de recibir dinero, los proyectos son votados por la comunidad.

Presenté mi nuevo trabajo, "La sangre y el barro". Ahora se vota para ver si le dan la oportunidad de financiarlo o no.

No hace falta registrarse, pueden ingresar con cuenta de facebook y creo que también con twitter.

Acá el enlace:

http://www.lanzanos.com/caja/proyecto/99/

¡AYUDA!

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La sangre y el barro | Nadie te ama

>> miércoles, 26 de enero de 2011

PRIMERO | En un lago

La palabra siempre la desconcertó, como si le fuera ajena, distante, extraña. Como si fuera incapaz de comprender su significado. Hermana. La otra hija de su madre, sí. Entiende el concepto. Pero el útero en el que se gestó no fue utilizado por nadie más.

Es hija única; es única. Agraciada, hermosa, perfecta. Admirada, envidiada, deseada. Húmeda y tórrida fantasía de miles, gracias a las aulas, los celulares y las redes sociales. Una modelo en miniatura, centro de un microuniverso que jamás podría girar alrededor de nadie más.

Es las piernas largas y torneadas con su rítmico caminar, es la cintura de diminuta que materializa sus preciadas curvas, es la firmeza de sus gluteos Aptos Para Toda Publicidad, es las tetas turgentes y voluptuosas, es el rostro infantil con la mirada de felina en celo. Es la lujuria.

Lujuria con pequeños satélites, valores agregados a su sensualidad. Casi una abogada, educada en los mejores colegios del planeta, dama de alta sociedad, codiciada por príncipes británicos de veinticinco años y treinta y seis dientes postizos, de cuatrocientos millones de euros y cien mil trozos de plástica realidad por vida.

Es lo que tantas otras quisieran ser. No es inteligente, no necesita serlo. No es culta, no necesita serlo. No es buena persona, no necesita serlo. Es una seductora, la sola promesa del calor de su cuerpo puede conseguirlo todo. Todo, excepto la lucidez que le hará falta pronto, muy pronto. Cuando los augurios del Zahorí se tornen realidad y las Hermanas del Balance repten desde más allá de las tierras sin luz; cuando Nocturno emerja en el océano Pacífico; cuando el Hombre Sin Rostro descubra su identidad.

Pero será entonces. Y esto es ahora. Ahora, cuando ya olvidó cuan rara le sonaba cierta palabra, cuando frente al lago se contempla, máximo esplendor de la humana belleza, suprema forma de arte esculpida en carne y huesos, en músculos y tripas, en sangre y bilis.

Mientras el ocaso roba la luz del mundo, ella, princesa sin reino, siente las ansias en su ser. Acaricia sus tetas por debajo, apenas las roza. Frota sus piernas, eleva la temperatura bajo el pareo que cubre la diminuta bikini. Se relame los labios mientras se contempla, satisfecha al saberse sola.

Desde niña todos sus orgasmos han sido solitarios, sólo conoce el placer de la masturbación, jamás hombre alguno pudo llevarla a las colinas del éxtasis. Porque sólo logra excitarse al permanecer de pie frente a un espejo.

-¡Jenny! -el grito la sobresalta, la devuelve a la realidad.

Por instinto gira la cabeza, mientras agradece a alguno de los tantos dioses en los que cree por no haberse quitado ninguna prenda. Ahí está el Potentado, Lord sin nobleza pero con un imperio industrial, dueño de todo lo que la rodea en cuatro kilómetros a la redonda.

-Jenny -vuelve a exclamar mientras corre a su encuentro.
-Fracis -murmura ella.
-No me digás así. Ese es mi nombre artístico. Ya te dije: decime Pancho, como todos mis amigos.

Ella sonríe y asiente.

-Te busqué por todas partes. Me asusté cuando no volviste.
-No era para tanto.
-Te fuiste hace una hora.
-No es para tanto, en serio.
-Bueno... está bien. ¿Volvés? Estamos listos para la fiesta nocturna.
-Dale... ya voy, dame unos minutos.
-Lo mismo dijiste hoy...
-¿Ah?
-Cuando te fuiste, Jenny. Dijiste "Ya vengo" y tuve que venir a buscarte.
-Bueno, bobo -dice ella y se le acerca. -Ahora vuelvo rápido de verdad -susurra en su oído y le besa en la mejilla.

Él no responde.

-Adelantate, ya voy.
-Bueno -dice él, mientras imagina como la poseería en ese mismo lugar; como, cree él, la poseerá pronto. Ella lo sabe. Y alimenta sus fantasías a cada oportunidad. En realidad no le interesa el pobre Francisco Urrutía. No tiene suficiente dinero. Y canta mal, aunque se empeñe en ello.

El hombre se retira. Jenny vuelve a caminar los seis pasos que la separan de la orilla del lago. Da una mirada atrás, para confirmar su soledad. Vuelve a clavar la mirada en su reflejo en las calmas aguas.

-¿En qué estaba? -se pregunta.

Y, por algún motivo, mientras se quita la parte superior del bikini, la palabra hermana vuelve a cruzar, fugaz, por su mente. Pero no le importa. ¿A quién le podría interesar tal nimiedad cuando el lago le muestra su propio reflejo en la serenidad de su constante fluir.

SEGUNDO | Neuropsiquiátrico Américo

La mujer se sienta frente al hombre, a dos metros de distancia, libreta en mano. Él está esposado, como siempre. Ella activa el grabador para registrar todo lo dicho en la sesión diaria.

-¿Cómo estás hoy, Lucas?
-No soy Lucas.
-¿Mateo?
-Juan, doctora. Soy Juan.
-Qué bueno, Juan. No estoy de humor para soportar a Marcos.
-Te cae mal marcos.
-Trató de matarme con una cuchara. ¿Te parece que es para menos?
-Él es peligroso con una cuchara, Mateo se lo advirtió. Pero usted escucha sin oír. Y ese no es mi problema.

La psiquiatra resopla. De no ser por la enorme cantidad de conocimiento que significa el paciente, hubiese abandonado su labor hace tiempo. Pero este no es un demente más. Ni siquiera un psicópata más. Es un verdadero caso de personalidades múltiples.

-A veces creo que incluso yo le desagrado.
-Vos me g... caés bien. Me gustan tus ideales pacifistas. No como Marcos...
-No como Marcos, el asesino. No como Mateo, el ladrón. No como Lucas, el sádico. No le gustan mis hermanos. Ninguno de ellos.
-No. Pero eso ya lo sabés.
-Claro que lo sé. Siempre lo supe. Como sé que yo tampoco le gusto.
-Juan...
-Doctora.

El caso es fascinante. Marcos, Mateo y Lucas son conscientes de la existencia de los otros tres. Los buscan todo el tiempo. Intentan reformar "El núcleo". Juan, por su parte, no sólo sabe que los otros tres existen, si no que de algún modo comprende que habitan un mismo cuerpo. Incluso, en ocasiones muy especiales, otras personalidades emergen. Laura, una prostituta portadora de HIV; Joaquín, un transexual varón, adolescente, en plena huída del hogar. La personalidad verdadera del paciente, un tal Nazareno Braudelliard, se perdió por completo.

-¿Vas a hablarme de lo que pasó anoche, Juan?
-No sé. ¿Es necesario?
-Sabés que sí.
-¿Para qué?
-Ya pasamos por esto. Sólo podemos ayudarte si vos nos ayudás.
-¿Ayudarme? Ese inútil, el guardia gordo que siempre me trae...
-¿Gonzalez?
-Sí, ese. Gonzalez. Cuando todo terminó... me dio una paliza.
-Estoy al tanto.
-¿Entonces para qué pregunta?
-Porque tengo que escucharlo de vos...

Silencio. El hombre no está interesado en decir nada sobre el hecho. Parece avergonzarlo. O eso cree ella. Aún no logra descifrarlo. Sus gestos no se condicen con el tono de su voz. El tono de su voz no se condice con su lenguaje corporal. Todo es presenciado a través de una cortina de humo, reflejado en un espejo roto. Este paciente con delirios místicos es un misterio en sí mismo.

-Juan, por favor -dice ella cuando la espera se torna insostenible.
-Doctora.
-Tenés que decirme qué pasó anoche.

Él suspira. Quiere frotar su tabique. Quiere ponerse de pie y salir de ahí. El manicomio no es para él. Para sus hermanos, tal vez, pero no para él.

-Lucas estaba a cargo, doctora. Lo vi desde la prisión de carne.
-Sí.
-Lucas estaba a cargo cuando sentimos las fiebres.
-¿Fiebres?
-Sí, fiebres. Un ardor indescriptible. Lo sentimos antes.
-¿Cuando?
-Varias veces a lo largo de nuestras vidas. No sabemos qué es. No con seguridad. Pero estamos seguros de una cosa: sólo puede ser un mal augurio.
-Continuá. Lucas estaba al mando. Sintieron las fiebres y entonces...
-Entonces enloqueció.

Ella muerde su lengua para no soltar una carcajada. ¿De verdad dijo él "Enloqueció? Sí, sí lo dijo. En el mundo real lo debido sería reír.

-¿Y luego?
-Luego... Ramirez y Montoya trataron de sadarlo.
-¿Ahí los atacó?
-No. Primero les dijo que lo dejaran en paz, que ocurría algo importante, pero ellos no escucharon y trataron de sedarlo de todas formas.
-Y ahí fue donde los atacó.
-Sí, ahí fue cuando los atacó -responde el paciente con énfasis en la cuarta palabra.
-Quebró a dos hombres.
-Sí. Un brazo roto Montoya. Ambos Ramirez. Después Gonzalez nos tacleó y logró inyectarnos... eso que usan.
-¿Y qué podés decirme de este episodio, Juan?
-Que el asunto con Ramirez es personal. Por eso le quebró ambos brazos.
-¿Qué? -cuestiona ella, consternada.
-Para que "No podás ni limpiarte el culo solo", en palabras de mi hermano. Montoya sólo estaba ahí, por eso no se ensañó con él.
-Te entiendo, Juan. Lo que no entiendo es por qué ocurrió todo.
-Ya se lo dije, doctora, por las fiebres. Cuando ocurre, es porque algo oscuro, ancestral, se alza desde el océano.
-¿Ese que llaman el oscuro?
-Nocturno. Su nombre es Nocturno. Y se acerca, doctora.
-Ayudame a entender, Juan. ¿Qué significa que Nocturno se acerque a..? Donde sea que pensés que se acerca.
-Grandes cambios, doctora. Grandes cambios.
-¡Pero por qué! -exclama ella, ya sin paciencia alguna.
-Si grita de ese modo, es porque no puede saberlo. No la culpo. Pocos somos los que debemos cargar el yugo.

La mujer se pone de pie, iracunda, y arroja la libreta al suelo. Llama a los gritos a los enfermeros. En general, este hombre sólo la agota. Pero en días como estos, cuando sangra, cuando maldice ser mujer, no logra sosegarse.

-¡Llévense al prisionero! -grita y de inmediato se corrige -¡Al paciente! ¡Llévense al paciente!

El hombre sólo ríe. Ríe con una carcajada estrepitosa que lastima los oídos. Si la pobre doctora comprendiera el motivo de su risa. Si la pobre doctora comprendiera que él no es un prisionero sino una prisión...

TERCERO | Más Allá de NingúnLugar

¿Qué ocurre cuando, de tu memoria, se borran para siempre todos los recuerdos de aquel cachorro que tuviste a los cuatro años? ¿Dónde van las pesadillas cuando los soñadores retornan a la vigilia sin remembranza alguna de los horrores atestiguados? ¿Dónde acaban todos los objetos perdidos en los que jamás pensamos de nuevo? ¿Cual es el destino de aquellos que nadie recordará? ¿Qué es de la memoria de los hombres cuando su vida no fue escrita y mueren todos aquellos que alguna vez los conocieron?

¿Qué es de la esencia de la unicidad cuando todo registro de su paso por el mundo se pierde en la Amnesia de la Historia?

La nada es sólo el consuelo de los corazones débiles. Existe un no-lugar, fuera de todo lo que se entiende como espacio, donde residen Los Perdidos, las entidades que no son. El cachorro que tuviste a los cuatro años. Las pesadillas que nunca recordaste. Los objetos que dejaste de buscar. Los hombres y mujeres irrelevantes que han hecho girar el mundo desde el alba de los tiempos.

Cuando nada queda, desaparecen de las páginas de los libros que sólo se leen una vez cada centuria, sus imágenes evanecen de las fotografías, todo lo que fueron huye de la prisión del recuerdo y termina acá: más allá de NingúnLugar, ajenos a los infiernos que materializó la humanidad; ajenos a la utopía de los rebeldes.

Flotan en la inmensa oscuridad de un mundo que se abortó a media creación, entre rocas de planetas que no fueron y destellos de estrellas que nunca brillaron. Solos, conscientes de sí mismos, pero sin conocimiento de sus compañeros de penas. La soledad al final de todas las cosas. Sin el martirio de Pandemonium ni la paz de la ciudad investida en luces.

Aburridos, sin un carajo que hacer, hasta que el tiempo se quiebre, el espacio se contraiga y el universo se resetee.

Ahí está ella, Obsidiana, joya sin valor, pues jamás obtuvo fama. Hermana gemela, mas no idéntica, de la mujer más hermosa del planeta. Ahí está ella, obesa y rechoncha, con la piel cubierta de llagas y pústulas, de granos y eccemas. Como una almohada, nada en su cuerpo es firma. En su boca no hay dientes. Ni labios. Sus ojos, inyectados en sangre, apenas si lograrían ver algo, si es que algo hubiera para ver. No es siquiera capaz de rascar la inmensa colonia de hongos que ha reclamado su espalda como territorio.

Ahí está, la horrorosa, la vergüenza familiar. ¿Por qué no pudo ser como su hermana? Porque el universo es un lugar cruel. Porque así debía ser. Las Potencias, las fuerzas ocultas que rigen la realidad, así lo dispusieron.

Su fealdad, su desagradable cuerpo, la trajo acá. Nadie podía mirarla sin sentir nauseas. Poco a poco el mundo la olvidó. Pero ella recuerda. Los recuerda a todos. Cada humillación, cada desaire, cada burla, cada herida, cada palabra y cada silencio.

Si pudiera ser otra cosa, si pudiera ser algo más que un despojo de la realidad, sería rencor. Puro y simple. Pero no. Es lo que es: escoria de la humanidad, restos inútiles arrojados lejos, donde no molesten, porque nadie los extrañará.

El aburrimiento es su mundo, sin paredes que golpear para liberar una furia que es incapaz de sentir. No hay emociones. No ha nada. Ni miseria ni esperanza, ni dolor ni placer. Sólo el tedio sin fin.

No obstante, ella tiene un sitio especial en los planes de Las Potencias.

-Obsidiana -dice una voz lenta, pausada.

El sonido la saca del letargo-aburrimiento. Abre los ojos que cree tener, o tal vez sólo lo imagina. No está del todo segura de poseer un cuerpo.

-Obsidiana -repite la voz.

Ella intenta hablar. Pero la ausencia de aparato fonador, o la falta de uso si lo tiene, lo impiden.

-Obsidiana, es tiempo de despertar. Te necesitamos.

No logra comprender. ¿Alguien la necesita? ¿Qué es eso?

-Obsidiana, la hora de la cosecha ha llegado. Debés regresar a tu mundo.

¿Mundo? Sí, eso... el desprecio, las burlas.

-Te daremos dos dones, Obsidiana. El primero es la emoción. Sentirás. Y sentirás como nadie jamás lo ha hecho. La furia te poseerá. Sabrás qué hacer con ella, cuando llegue el momento. El segundo don, lo conocerás cuando debás usarlo. Ni un segundo antes, ni un segundo después.

¿Dones? ¿Furia? Ella no entiende de qué le hablan.

-Obsidiana, preparate para salir de acá. Vas a regresar. Vas a volver a ser.

La forma de temperatura de este lugar, algo que no es cálido ni frío, algo que es sólo la ausencia de sensación, de pronto se torna infierno. La lacerada piel arde. La colonia de hongos perece al primer contacto, a la primera lamida de una lengua de fuego que la recorre desde los desplomados gluteos hasta el grasoso pelo. El dolor se siente bien. Todo es mejor que el aburrimiento perpetuo.

Es una agonía orgásmica, placer masoquista. Disuelve su yo-escoria, lo funde, lo hace líquido y va más allá: lo evapora. Ahora Las Potencias la respiran, la inhalan como mística cocaína para divinidades yuppies.

Y dentro de sus inmateriales pulmones toma densidad de nuevo. Pastosa, es regurgitada a la boca del mundo. Nace una vez más. En algún lugar del planeta, pero no ya como persona en miniatura, sino como la que fue el segundo previo a desaparecer, a no ser.

CUARTO | En un bar

La rubia bartender sirve la cerveza y la deja frente, espumosa y helada, frente a la butaca vacía. Es temprano y hay pocos clientes. Pero sabe que vendrá. De hecho, sabe que entrará por la puerta en dos segundos. Y, en efecto, así sucede.

El hombretón ingresa al local, se sumerge en la nube de humo, alumbrado por una luz mortecina y artificial.

Se sienta frente a la cerveza. La bebe de un trago. Nada fuera de lo normal. Es febrero y el hemisferio sur arde en este malparido verano de principios del siglo XXI.

-Magadlena -dice él, tras beber el líquido.
-Ya no. Ahora es Magui -acota la mujer.
-Me da igual. Supongo que lo sabés.
-Todos lo sabemos, Pro. Por eso te esperaba.
-Ha comenzado.
-Lástima, me gusta trabajar en un bar.
-Y a mí dormir, pero tenemos trabajo que hacer. Las Potencias han desatado una anomalía. Va a darnos trabajo.
-Espero que no sea como la última. ¿Te acordás de la última?
-Muy a mi pesar, sí, la recuerdo.

La chica sale de detrás de la barra. Toma una cartera y se para junto al hombre.

-¿Vos estás listo, Pro?
-Sí.
-¿Salimos ahora, entonces?
-Por supuesto. Si Nocturno la encuentra antes que nosotros...
-No lo digás. No quiero pensarlo.

Se ponen de pie y comienzan a caminar con rumbo al afuera; con rumbo a su misión.

-¿No tenés que avisar acá que te vas?
-Esta vida se terminó. ¿Por qué lo haría?
-Cortesía, supongo. ¿Fue una buena vida?
-La mejor que tuve.
-¿Mejor que Praga en el siglo XVII?
-Mejor que Praga.
-Lo siento, entonces.
-No lo hagás. Ya bastante lo siento yo. Hasta tuve un novio que me duró más de un mes.
-¿De verdad?
-De verdad.
-Entonces estamos jodidos, Magdalena. Que durés tanta con un tipo no puede ser más que una señal que anuncia el inminente fin del mundo.

Ella no responde. Apenas si le sonríe, por mero respeto. Y porque, tal vez, sí tengan que enfrentar el fin del mundo en breve, si es que tal cosa existe.

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