Los Primeros Desaparecidos

>> martes, 29 de diciembre de 2009

Todos recordamos a Julio Lopez, el obrero que desapareció cuando debía declarar en un juicio contra los represores.

Reclamamos su aparición. Con vida. Y nuestros reclamos quedan en la nada. Tristes tradiciones de la milica América del sur, la tortura y el homicidio, el secuestro y la violación. Los soldaditos se creen excentos de todo. La policía no es diferente.

Es probable que casi todo el que lea esto recuerde la historia reciente Argentina. Sobre eso han corrido ríos de tinta. Sabemos de Julio Lopez, de los 30 mil cuerpos que pasaron por la ESMA, por el Olimpo, por infinitas comisarías. ¿Pero quién fue el primero? ¿cómo empezó esta práctica inhumana? ¿quienes fueron las primeras víctimas de la contumacia del sistema?

Para responder estas preguntas debemos remontarnos más de 80 años en el pasado.

Es la década del 20. Argentina se forja día a día, en los campos, en las fábricas, en los sindicatos, desde las redacciones de los medios oficiales y la contrainformación obrera. Las olas de inmigración italiana han traído a los desposeídos que huyen de una guerra absurda. Y con ellos traen sus ideas.

Las primeras huelgas y actos de lucha en la conquista de derechos mínimos -entonces inexistentes- dejan tendales de cadáveres y prisioneros. En este contexto nace el Comité Pro Presos y Deportados, organismo que hoy en día tiene su encarnación en la Black Cross. El secretario general de este comité era un hombre llamado Miguel Arcángel Roscigna, un dirigente metarlúrgico que no cree en el paro ni en la movilización.

Su vida es un ejemplo de la desesperada lucha de una persona que no piensa permitir que el sistema lo aplaste sin dar una buena batalla.

Pretendía liberar él mismo a Simón Radowitzky. Consiguió ser nombrado guardia en el penal en el que estaba recluido el mártir, pero pronto la policía lo supo por lo cual fue cesanteado y expulsado de tierras fueguinas. Antes de marchar, incendió la casa del director del penal, hombre que, lisa y llanamente, hizo la vista gorda cuando tres guardias y el subdirector violaron a Radowitzky.

Los grupos de anarquistas llamados expropiadores (modernos Robin Hood que daban lo obtenido a las familias de sus compañeros caídos en desgracia y financiaban la edición de libros y periódicos) eran perseguidos por la ley y agredidos incluso por las otras corrientes libertarias. No tenían paz, en general. Roscigna pertenecía a estos.

En 1925 se produce un osado asalto al Banco Nación. Varios hombres enmascarados, con pistolas negras. El que habla tiene acento español. Infunde temor en cada grito. La policía lo busca. Eventualmente lo encontrará y condenará a muerte. Pero no será nada original. España y Francia también lo condenarán a muerte. Argentina lo expulsará y seguirá sin ser original, porque otros siete países harán lo mismo. Intentarán desaparecerlo, pero el primer precedente no se pudo sentar por un motivo insoslayable: ese hombre se llamaba Buenaventura Durruti y once años más tarde, en 1936, derrotaría al ejército fascista de Franco con 3000 milicianos muertos de hambre y mal armados, preservando así Madrid del golpe de estado. Al menos por un tiempo.

Con Durruti, máximo héroe del anarquismo en la guerra civil española, estaban Rosigna y Andrés Vázquez Paredes, con él se formaron en el calor de la lucha.

El 24 de julio de 1927, tras los atentados contra el monumento a Washington y le embajada de USA en Buenos Aires (atentados con perdidas materiales pero sin víctimas) la policía detiene a varios acratas, entre ellos Roscigna.

Él miente en los interrogatorios. Dice que todo está atrás, que el anarquismo fue algo de juventud, que ahora se preocupa por otras cosas, primordialmente por su familia.

Lo cierto es que Rosigna no era un carenciado. Vivía en una casa modesta pero con todas las comodidades de la época, era apreciado por su jefe, respetado por sus compañeros y vecinos, tenía una familia que alimentaba. Su motivo era el sufrimiento de los demás.

Lo liberan. No pueden retenerlo. Pero la postura de los uniformados queda muy clara en las palabras que el subcomisario Buzzo le dice:

–Tenés dos posibilidades: irte a críar gallinas a La Quiaca, meterte en un seminario y estudiar de cura, o directamente suicidarte así nos ahorrás el trabajo, porque la próxima vez que te encontremos en alguna calle de Buenos Aires te baleamos, te ponemos una pistola en la mano con cápsulas servidas y te caratulamos resistencia a la autoridad.

Roscigna, aunque seguro tampoco entendió cuales eran las dos únicas de las tres opciones que le dieron, sabía que ya no podría permanecer dentro de los márgenes de la legalidad.

El 1ro de octubre de 1927 Rosigna, Paredes y otros dos hombres (los hermanos Moretti) asaltan la el Hospital Rawson. Esperan el día de cobro en la guardia, disfrazados con vendas en la cabeza. El pagador saca el arma, uno de los cuatro hombres es más rápido. Resultado: policía muerto.

Se exilian en Uruguay. La policía sigue sus pasos de cerca debido a la traición del dueño del garage donde dejan su auto. Cruzan el Delta con la ayuda de Bustos Duarte, un barquero colaborador del movimiento libertario.

Todo parece claro. Las autoridades argentinas piden la colaboración de la policía uruguaya. Les pisan los talones. En cada localidad los anarquistas dejan testigos de su paso: desenbarcan en Palmira, de ahí van a La Agraciada, siguen por Drabble, arriban a Soriano y continuan hasta Mercedes, en Cardona paran a dormir, como no podía ser de otra manera, en un hotel ¡frente a la comisaría!

Tras llegar a Montevideo se refugian en un barrio poblado en su mayoría por libertarios. Y se hace silencio.

El asalto al Rawson fue uno de los hechos más comentados por la población durante la década del `20. La audacia era inexplicable. Cuatro tipos solos se la juegan, regalan la mayor parte de dinero, huyen con la policía atrás, matan a uno, se van a otro país donde la persecución continúa, llegan a destino y desaparecen. El periodismo amarillo explotó esto. La burla a la policía era constante. Y los uniformados, humillados por sus propios actos como siempre, no iban a quedarse de brazos cruzados.

Al poco tiempo los Moretti trasladan a sus familias. Al mismo momento llegan a la ciudad tres catalanes del grupo Durruti con una nota para Rosigna. El héroe del pueblo (como sería llamado después) lo invita a sumarse, la guerra es inminente y lo necesitan en Europa. Rosigna, amablemente, declina la propuesta.

Los Moretti con los catalanes planean un golpe. Roscigna les dice que no es momento para actos de expropiación, que deben mantener un perfil bajo no sólo por ellos, sino por las campañas de liberación de otros prisioneros. Los cinco hacen oídos sordos y cometen un asalto que deja tres muertos y otros tres heridos.

Caen presos rápido. Rosigna vuelve a Argentina y participa en otros actos de expropiación, incluyendo el ataque a Obras Sanitarias con Severino di Giovanni, donde debieron huir de más de 250 enemigos, entre policías y militares, así como el ataque al sanguinario comisario Velar en Rosario, donde ex profeso no se lo mata sino que se lo desfigura.

La búsqueda de fondos tenía como fin la liberación de varios compañeros detenidos en el penal de Punta Carretas, en Montevideo.

Se instala una carbonera en regla. Trabaja durante un tiempo. Luego el matrimonio (Gino Gatti, un anarquista italiano junto a su compañera) se retira. El lugar se cierra.

El 18 de marzo de 1931 la policía rodea la carbonería. Los vecinos han denunciado a unos desconocidos. Suponen que tratan de desvalijar el negocio. Nada de eso. No vienen, sino que van.

Los anarquistas habían hecho un túnel de 50 metros desde la carbonería hasta uno de los baños dentro del penal. A la hora de la fuga, Roscigna y sus compañeros (los ya mentados Gatti y Paredes, más Manuel “capitan” Paz, un compañero en el asalto a Obras Sanitarias y Malvicini, un joven que colaboró con Severino di Giovanni hasta el fusilamiento de este) levantaron el piso del lugar para la liberación de uno de los hermanos Moretti (el otro se había suicidado) y los tres catalanes compañeros de Durruti. Pero algunos presos comunes, al ver la salida, simplemente se colaron.

Tres autos esperaban a los acratas. Tres autos que lograron utilizar. La sincronía fue perfecta. Otra burla hacia el sistema.

Aún así, las cartas ya estaban sobre la mesa y los anarquistas tenían la peor de las manos. Sólo nueve días de libertad pudieron disfrutar. Fueron delatados por un antiguo recluso, compañero de pabellón de Moretti, que fue liberado y obtuvo trabajo en la perrera. Siguiendo un can que se le escapaba descubrió, por accidente, donde vivían los anarquistas y, sin más, los denunció a la policía en un acto que sólo puede ser digno de un lumpen.

Así, Roscigna, Vázquez Paredes, el capitán Paz y Malvicini caen presos.

Detrás de toda la movida se encuentra el comisario Fernandez Bazán, humillado una y mil veces por cuanto anarquista pisó suelo argentino, que hasta llegaron a cometer actos de expropiación y huyeron ¡a pie!

Bazán pide la extradición a través de la cancillería Argentina. Quiere sangre. Matías Sanchez Sorondo, Ministro del Interior, renombrado por los libertarios como Sanchez Sorete, responde con celeridad ya que odia a los anarquistas incluso más que a los Yrigoyenistas que poco antes habían derrocado.

Roscigna sabe lo difícil de su situación. A él no le tiembla el pulso, pero a Bazán tampoco. Ser entregado a las autoridades argentinas es morir, haga o no algo. Se lo dejaron bien claro años antes, la única vez que pudieron detenerlo.

Toma un decisión apurado por el tiempo. Se acusa ante los uruguayos de haber robado tres vehículos para el escape del penal Punta Carretas. Vázquez Paredes, el “capitán” Paz y Malvici lo imitan.

Mientras dure el juicio no podrán ser trasladados. Se los condena a seis años de cárcel. Pero a Bazán no se les escaparán. Quiere aplicar la mano dura. ¿Cómo dejarlos vivir después de tantas humillaciones? ¿cómo, si no están lejos de convencer a la gente de la completa inutilidad de la policía Argentina?

Por la culata le saldría el tiro a Bazán cuando tiempo después, en Madrid, ese otro hombre que tanto odiaba, Buenaventura Durruti, al mando de los milicianos de la Columna Durruti no sólo diera a las fuerzas sublevadas españolas la mayor paliza jamás recibida por un ejército fascista, sino que impidiera el levantamiento en Barcelona y liberara de la opresión muchos pueblos donde la figura de la policía, como la del estado, fue abolida. Y durante tres años, según las declaraciones de quienes vivieron el momento, la sociedad sólo prospero, materializando el menor índice de crímenes de la historia. Sin policía. Sin estado. Sin capital.

El 31 de diciembre de 1936, cuando comienzan a lograrse los mayores logros anarquistas en Europa donde el fascismo es aplastado en cada intento de tomar el poder, Roscigna, Vázquez Paredes, el “capitán” Paz y Malvici terminan su condena. Les aplican la “ley de indeseables” y los embarcan con rumbo a Buenos Aires. Al llegar no logran moverse. Los uruguayos los entregan a los jueces que entienden en la causa del Hospital Rawson. Se los sobresee por falta de pruebas. Al “capitán” Paz lo trasladan a Córdoba debido a otra causa judicial, de donde será liberado tiempo después, a punta de pistola, por otro grupo libertario.

Entonces comienza la odisea. La hermana de Rosigna y Antonio Rizzo, quien tomó la secretaría de la Comisión Pro Presos, averiguan el paradero de los tres anarquistas: La Plata; en La Plata les dicen que está en Avellaneda, de Avellaneda los envían a Rosario, de Rosario a la comisaría de Tandil, y así sucesivamente.

Se pierden las pistas por un tiempo. Luego, en la Isla Maciel, un pescador ve bajar a tres hombres de un celular, directo a la comisaría de Dock Sud. Reconoce a Rosigna. Se le avisa a Apolinario Barrera, un periodista de Diario Crítica, quien publica en primera plana el hecho.

Y acá terminan los traslados. Nada más se sabe de los tres hombres. Por mucho que los anarquistas insisten y presionan, no hay datos. La CNT de España y la FAI (Federación Anarquista Ibérica) aportan fondos para la búsqueda del trío. Todo resulta infructuoso. Nadie sabe nada. En ningún lugar estuvieron. No se los vio.

Pasado el tiempo un oficial de Orden Social habla con los grupos libertarios de modo confidencial.

–No se rompan más muchachos; a Roscigna, Vásquez Paredes y Malvicini les aplicaron la ley Bazán, los fondearon en el Río de La Plata.

Nunca se encontraron los cadáveres. Del caso nadie habló. Este hecho oscuro marca el comienzo de la tradición “desaparecedora” del terrorismo de estado en Argentina. Policías y militares lo hacen desde aquel maldito 31 de diciembre de 1936. En 84 años la tradición de las malditas (e inútiles) fuerzas armadas y policiales (aún más inútiles, si tal cosa es posible) no ha cejado. Nunca se detuvieron. Dictadura o democracia, las torturas, los secuestros, los homicidios y las desapariciones continúan.

Hoy, en las postrimerías de 2009, se rumorea un golpe de estado. Este cronista espera que sólo sea un rumor. Porque si ocurre sólo puede pasar lo mismo de siempre. A menos que cambiemos hoy y decidamos dejar de ser representados y hacernos presentes. Lo cual, en el contexto planteado, significa salir a la calle a deponer a los militares que quieren masturbarse con la constitución y limpiar sus rectos con la bandera a la que tanto amor profesan, ellos como la sociedad civil. Tendremos que imitar al heróico pueblo español de 1936 y salir a combatir el fascismo. O ver como treinta, sesenta, cien mil hombres y mujeres vuelven a desaparecer.

No tengo esperanza, conociendo los antecedentes, de ver al pueblo en armas listo para dar batalla. Pero creo que aprendimos la lección.

No pretendo ser original cuando cierro este artículo:

¡Nunca Más!

Fuentes:

Los anarquistas expropiadores (Osvaldo Bayer).
El corto verano de la anarquía (Hanz Magnus Enzensberger)
Acratas (Virginia Martinez; documental)

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Maldito Grinch

>> jueves, 24 de diciembre de 2009

Es mi responsabilidad, como Otro Maldito Grinch, quejarme. Y tengo ganas. Son las 21.30 y ya levanté mi barricada. Estoy en mi dormitorio. Escucho una canción dedicada a Buenaventura Durruti para silenciar la pirotecnia. Pronto tendré comida y agua. No salgo de acá adentro hasta las dos de la madrugada.

Odio esta celebración estúpida y su gente hipócrita. Odio todo esto. Más claro que nunca. Odio el arbolito, la pirotecnia, los nenes que se contentan un día mientras el resto del año los golpean, los maltratan, los menosprecian... “portate bien o vas a ser el único sin regalo en navidad”

¿No se dan cuenta?

Es otro mecanismo de control. Portate bien o el Dios Capital te olvidará. Lo que debiera ser normal -la solidaridad- es obligada en pos de TENER MÁS.

Así nos educan. A todos.

¡Odio todo esto! ¡lo odio de verdad! ¡quiero una AK-47, tres toneladas de napalm, una katana, un chaleco de kevlar, treinta cartuchos de dinamita, 40 vengalas y una fortuna obsena que me mantenga vivo hasta el final, así puedo ir en este preciso momento para arruinar la fiesta de todas las benditas ovejas!

No pienso salir de mi barricada.

Saldré cuando el mundo sea menos estúpido. O, para ser exacto, cuando no lo demuestre tanto.

PS: Esta mierda es el post número 200. Que asco, esperaba que fuera algo especial.

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Mis Libros

>> miércoles, 23 de diciembre de 2009

Estaban acá. Se fueron y no volverán. Eran cinco. Pero no importa, otros están en camino. Buscalos en www.dteran.com.ar

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Sueña Conmigo

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Sueña Conmigo es una blasfema historia de amor. Es una novela sobre bares, sobre tipos solitarios, sobre corazones rotos, sobre engaños y traiciones, sobre venganzas, vindicaciones, desafíos, muerte, alcohol y cavilaciones.

Pero, ante todo, es la historia de Morpheo, señor de los sueños, en busca de una respuesta: ¿volverá su gran amor perdido?

En el camino que conduce a la verdad deberá acudir a viejos amigos como Lucifer, Caín, Nazareno, Lilith, Martin Luther King, entre otros.

Con la clara influencia de John Milton y Neil Gaiman, el autor nos presenta una novela que, tal vez, no pueda ser encasillada con justicia en ningún género.
Se recomiendo a los lectores cristianos soslayar este libro.

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La Resistencia es...



FERTIL!!!

¿Rendirnos? ¡nunca!

Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones.

¡Viva la anarquía!

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Gracias por lavarme el cerebro

>> lunes, 21 de diciembre de 2009

En el blog del colega escritor Sergio Muzzio encontré este interesante video. Habla por sí mismo. Escuchen con atención.



"Me has lavado el cerebro y por eso te amo y te aprecio"

Como se ama al Gran Hermano, ¿verdad?

¡Odio todo esto!

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Bianca

>> sábado, 19 de diciembre de 2009




Ella es Bianca. Es hermosa, nadie (en su sano juicio) negaría eso.

Bianca es de Brasil. Tiene la belleza de la mujer latina, curvas muy bien definidas, exageradas, claro, por la silicona -la nueva vacuna contra el rechazo social-.

En general, tiendo a quejarme por las cirugías con fines estéticos. Pero en este caso las encuentro justas (no justificadas, palabra que algunos interpretan peyorativa; sino JUSTAS).

La mayor fuente de belleza, lo que transmite serenidad, lo que nos hace admirarla, es su rostro. La mirada, la sonrisa. Quizás, a causa de mantener algún rasgo de infancia (que no infantil). A fin de cuentas, gatos pulposos hay a montones y en todas partes. Sobre todo en ese maldito celular que ha instituido, por completo, la Pesadilla Orwelliana en la realidad de cada día.



Bianca sería, sin adornos ni exageraciones, la mujer perfecta si no fuera por un detalle: no es mujer. Al menos no desde la perspectiva pequeño-burguesa que impera en el sistema.

Bianca Freire es una travesti, estrella del cine "para adultos". Tiene pene. Aún así, a primera vista es casi imposible notar su condición. Si la ves en la calle no sólo no te imaginás que nació como hombre, sino que cuando pasa a tu lado te das vuelta para contemplar sus atributos traseros, si sos hombre hetero o mujer homosexual.

¿Cómo dice, aparcero? ¿que si vi The Crying Game? no se apure, ya vamos a llegar a esa parte.

A muchos les molestará. Derechistas, fachos, clérigos, hipócritas. A los homofóbicos les duele. Y les duele más porque Bianca, con toda justicia, es mucho más atractiva que miles, cientos de miles de mujeres nacidas con vagina.

A mí me divierte un poco imaginarme a los fascistas de siempre rabiando. Pero más me interesa ver que los géneros y la sexualidad empiezan a tener límites difusos.

La que probablemente sea una de las mujeres más atractivas de Brasil es hombre. Pero, ¡alto!

Bianca Freire NO ES UN HOMBRE. No, no es un chiste de mal gusto. Bianca Freire es MUJER. O, para ser claros, Bianca Freire es lo que quiere ser. Porque ella no es lo que no quiere ser.

Está claro que en su infancia no sintió comodidad alguna en un cuerpo masculino. Se sentía mujer, tenía inclinaciones femeninas. No podía ser hombre.



La tecnología le ayudó a cambiar su cuerpo. Para revelar su yo interior.

Pero eso importa poco. Muy poco. Lo importante es que PUDO. Los motivos son irrelevantes (siempre y cuando estos sean por motu propio, se entiende).

A Bianca le dio por los pezones y decidió dar el salto (enorme, olímpico) hacia la liberación. ¿O alguien duda que ese imagen varonil que debió tener originalmente no era un cuerpo, sino una prisión?

En la actualidad, los límites que dividen lo que se ES de lo que uno QUIERE SER empiezan a desvanecerse. El género, como la sexualidad, ya no es algo incólume que permanece inalterable ante los tiempos; ante el hombre-masa.

Hoy empieza a tomar las riendas de la sociedad una generación más tolerante (más oveja también, sí, pero sus aspectos positivos tiene esta horda humana). Aceptación, la palabra de la discordia en este contexto, no faltará en el futuro. Por desgracia, el futuro aún no llegó.

Y las travestis (personas que no pueden mantener su sexualidad dentro del círculo íntimo) tienen que sufrir la sistemática discriminación de una realidad aún machista, aún homofobica, que las condena a las calles, a los prostíbulos o en el mejor de los casos al cine condicionado. Si bien es verdad que existen travestis "de farándula" que pueden vestir plumas en el teatro no es una salida laboral verídica para ellas, sino un adorno exótico de la sociedad pequeño-burguesa, una excentricidad que puede permitirse un tipo como Gerardo Sofovich. Y, por supuesto, lo que es simpático si viene de Sofovich, es una blasfemia si viene de casi cualquier otro.*

La liberación de la mujer a través del anarcofeminismo, como bien dijo en su día el controvertido Severino di Giovanni, es la liberación de la especie humana toda. Y hay que tener real consciencia sobre lo que esto significa, hay que comprender que mientras un hombre sea esclavo en este planeta nadie puede ser verdaderamente libre.

Aceptar que las travestis y/o transexuales -operadas o no- son MUJERES es un paso adelante en el largo sendero que conduce a la evolución de la mentalidad de esta era. Un paso más lejos del horror oscurantista, estulto, necio, contumaz de tiempos pasados; un paso más cerca de la que debiera ser nuestra mayor meta: la utopía.

Sueño un mundo donde haya al menos una docena de sexualidades diferentes y todos seamos polisexuales.

Si conociera esta noche a Bianca en un bar y me prestara atención encantado besaría sus labios. Y si la cosa fuera más lejos, más allá de las caricias, directa a la tórrida lujuria que hace más divertidas nuestras existencias, y descubriera entonces que tiene genitales idénticos a los míos... (esta es la parte donde me hago el valiente y digo que tendríamos una noche inolvidable, pero la verdad creo que soy demasiado hetero).

*Las blasfemias son mi Padre Nuestro.

NOTA: Quiero darle 2 millones de gracias a Maryan por haberle enviado, vía facebook, el link a este artículo a Bianca. Esto, más allá del análisis y la reivindicación, es un homenaje; es justo que la homenajeada lo vea.

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Las autoridades de inmigración y sus leyes discriminatorias

Algún tiempo atrás una amiga mía inició una relación con un alemán. Iba a pasar estas (estúpidas) fiestas (mentiras religiosas/capitalistas) con él en su tierra. Para llegar, primero debía hacer un alto en España.

Pero, como suele ocurrir, la Unión Europea tiene algún tipo de problema con los latinos. No les basta con saquear nuestras tierras, violar nuestras mujeres, consumir nuestros recursos, heredarnos sus enfermedades de transmisión sexual y vendernos toda la mierda de occidente, no, también tienen que agredirnos cuando queremos pasar por su territorio de camino hacia algún otro lugar.

Esto fue lo que le ocurrió a Paola:


Detenida, como lo pienso yo… Retenida, como me dijo una “Trabajadora Social” en España fue lo que tuve que vivir por 41 horas en el “Recinto de No Admitidos” de Barajas, en Madrid.

Llegando sólamente como una pasajera más de Tránsito, que iba a esperar sus 8 horas correspondientes para que a las 15:15 horas del día Martes 15 pudiera tomar mi vuelo con destino a Frankfurt-Alemania y encontrarme con mi novio, que me dijo que no había problema con la carta de invitación porque no era necesario.

Ese fue uno de los primeros errores, en España, la carta de invitación es casi Obligatoria, como no la traía, un guardia (el cual detuvo a 6 mujeres el mismo día) fue el que me dijo que fuera a la estacion que estaba dentro del aeropuerto, previamente quitándome TODOS MIS DOCUMENTOS (dígase: pasaporte, pasaje de ida (con ticket de equipaje), pasaje de vuelta). Fui a una sala blanca grande llena de sillas, lo más impresionante fue que encontré a otra Chilena llamada Patricia la cual estaba invitada por su hermano ahí. Grande fue mi sorpresa cuando veía a los policías haciendo nada, absolutamente nada y la única vez que vi que trabajaban fue cuando ellos mismos detuvieron a dos niñas Brasileñas, y así como llegaron salieron hacia su destino normal gracias a un intermediario que trabajaba en la aerolínea.

Las que eramos más grandes, sin embargo, tuvimos que esperar prácticamente 4 horas para poder dar la entrevista de rigor, y claro, lo único que te dicen cuando llegas es: “¿Qué vienes a hacer a Europa?”, “¿Quién te invitó?”, “¿Por cuánto te quedas?”… Y te hacen firmar un documento el cual dices que entiendes que estás a punto de ser “Devuelta” o más derechamente DEPORTADA a tu país de origen porque NO CUMPLES con los Requisitos que piden. Hasta ahí todo claro, tienes derecho a un “abogado de oficio” que prácticamente no hace ABSOLUTAMENTE NADA por ti.

Después te hacen pasar hacia el subterráneo en un ascensor, el cual es un salón extremadamente grande de color azul y que tiene un pasillo con varias salas, supuestamente yo fui a la sala de los NO Admitidos… ahí me pidieron Mis pertenencias, que apagara mi celular, que tuviera todo cerrado, que en una cartilla anotara mi nombre y que mis pertenencias quedarían en un salón para “retenidos”, excepto que me quedara con el poco y nada de documentos que me quedaron (seguro de asistencia) y el dinero que tenía en mi billetera. Luego la guardia de seguridad te toca todo el cuerpo en caso de que tuvieras armas o drogas y te sacan al salón para esperar a la “Trabajadora Social”… la cual te dice que vas a esperar a un abogado de oficio y que ella con otro abogado deciden si te quedas o no dentro del país… mientras entendía la charla me decía que si quiero llamar a alguien tengo que ocupar uno de los 3 teléfonos públicos que hay ahí y que la tarjeta para llamar cuesta 5 euros cada una. Por lo cual llegué y compré. Mientras estaba esperando a la Abogada me puse a ver cuanta gente había dentro, en total eramos unos 15, con Peruanos, Brasileños, Paraguayos, Nigerianos… entre ellos también estaba la Chilena… lo curioso de todo esto es que había una Nigeriana que estaba casada con un Español, ella tenía 6 meses de embarazo y la tenían detenida hace 4 días.

Pasó el tiempo y apareció la abogada, a estas alturas ya había llamado a mi novio para poder ver que se podía hacer, le pedí que hiciera la carta-invitación a ver si se podía hacer algo, lo cual el llegó y comenzó a rellenar… pasé con la abogada y vamos con el procedimiento de nuevo (el cual estaba celebrado por la abogada, un policia y yo)… antes de que puedas rechistar algo más, traté de decirle al policia que tomaba mi declaración con el abogado que podía acortar mi visita a Alemania, pero el no quiso escribir nada mas, y aparte que escribió mal algunos datos e hizo cosas bastante extrañas como decirme “ya he escuchado mucho ese mismo discursito, que vienen aca sin ganas de quedarse y terminan quedandose”.

Cuando me dijeron que no podía ir a Alemania lloré mucho, pensé en que mi novio iba a estar preocupado, no quería amargar a mi familia ni mucho menos, traté de ser fuerte y a la otra Chilena también la deportaron con regreso en el avión a las 0:05 del día 16/12/2009, en cambio a mi me iban a retirar a Chile 20 minutos antes, a las 23:55 horas…

Tratando de asumir mi destino simplemente pude dormir, traté de dormir aparte de hablar amablemente con las Brasileñas del lugar… había una señora que tenía 6 días ahí simplemente porque la habían invitado a una exposición de arte y no la dejaban salir… Las condiciones del lugar no son inhumanas, pero no puedes ver la luz, estás absolutamente cegada por la luz de techo y no podías salir a respirar nada… todo era alrededor de el “comedor” y de las habitaciones… Te decían que una vez que hablaste con el abogado no puedes hacerlo nunca más… siendo que ellos mismos en su página web promovían que tendrían derecho siempre a un abogado para contestarles sus dudas.

Llegó la noche y pese a estar triste de tener que devolverme a Chile y perder plata por las puras, estaba tranquila porque al menos volvería a mi casa… grande y mas fuerte fue mi asombro cuando no me devolvieron y si retornaron a la Chilena que llegó conmigo en ese mismo avión de Iberia, y a mi… me dejaron en shock, llorando y no entendiendo porque no me regresan también “es por las plazas del avión, lo siento mucho” me decía un policía, uno de los más amables que pude haber conocido, encontré mucha empatía con el.

Lo unico que atiné a hacer fue dormir, trate de dormir pensando en mi novio y en la pena que puede estar pasando el pensando que yo estaba de regreso a Chile… al día siguiente lo llamé y le conté que estaba ahí aún, me dijo que bien porque había mandado el fax hacia la comisaría del Aeropuerto a ver si podía hacer algo. También llamé al Consulado de Chile en España, pero pese a que me dijeron que no podían hacer nada, al menos me ayudaron y asesoraron a mi novio para poder mover hilos, como llamar al Consulado de Alemania en España… al parecer, antes de que el Consulado de Alemania pudiera hacer algo por mi… estos llegaron esa misma noche diciéndome que me iba de vuelta a Chile.

Lo que si destaco de toda esta travesía llena de malos ratos, es la gente que conocí… la mayoría de latinoamérica, que fuimos discriminados por muchísimas razones, personas de Nicaragua, Perú, Paraguay, Uruguay, Brasil, México, Nigeria… pese a que nos daban comida y todo siempre fue en términos extraños, porque cuando no les gustaba alguna cosa eran bastante antipáticos, no nos dejaban respirar ni mucho menos ver una ventana, pese a que ver la luz o hacer cosas que uno hace en libertad está dentro de los Derechos Humanos… nos coartan muchísimas cosas porque pasábamos vigilados las 24 horas del día… fueron 41 horas con muchísimo susto, pese a que habían guardias y policías amables, siempre habían otros que te juzgaban simplemente por el hecho de haber estado con alguien de la Union Europea (que te decían porque no te casaste con el, o lo conociste por internet y eres una ingenua), que te miran pensando que estás dedicada a la prostitución o eras una “mula” de narcotraficantes.

Lo que me llamó la atención fue una de las salas que estaba al lado de la cámara de vigilancia con vidrios polarizados que tenían los guardias junto con un policía. En esa sala había un chico de piel oscura (originalmente no se si era de brasil o nigeriano)… pero lo tenían sin una cama, sólo una frazada para que estuviera ahí, amarrado de manos y pies y cada cierto tiempo le decían que se callara, o de repente lo pateaban (aunque no sé con que fuerza)… pero me produjo una impresión enorme porque pese a que nosotros no nos pateaban, golpeaban a un ser humano, a una persona que gritaba mucho cuando lo golpeaban y una no podía hacer absolutamente nada porque no sabría como iba a ser la reaccion de ellos.

Te daban comida cada 6 horas, que si bien no era buena al menos te iba alimentando, pero una se siente presa, sin poder moverse de un salón y cuando uno quiere respirar aire limpio y puro, salir afuera a fumar… no se puede, simplemente aunque te dicen que te niegan el “transito” te encierran como a un vil ladronzuelo. Jamás cometí ningún delito pero la manera en como me mantenían al tanto del sonido de un teléfono para ver si podía salvarte la existencia del “lugar de nadie” hacía que la esperanza se mantuviera al hilo y que uno mismo se hiciera la pregunta si cometió algún delito.

Lo que también me extraño fue que me dijeron que si quería volver a España podía hacerlo si cumplía con los requisitos, pero… cuando ingresé al avión, con sorpresa un policía me dijo que teníamos un tiempo de Castigo de 6 meses antes de volver a entrar a uno de los países de la UE, y más grande fue mi sorpresa cuando me tacharon con una cruz mi pasaporte (que en el lenguaje de los entendidos quiere decir que fuisteDEPORTADA), por lo mismo cuando llegué hice alguna de las acciones correspondientes… ir a Extranjería de Policía de Investigaciones y me dijeron eso, que mi estado de DEPORTADA no podía usar más ese pasaporte (más plata perdida) y para más remate cuando fui a ver lo del equipaje, si no tenía mi ticket no podía reclamar mucho (claro, si te quita la policia española todo efecto de que estuviste ahí como si fueras una delincuente).

A fin de cuentas que trataré de moverme por cielo mar y tierra, para que a nadie le vuelva a pasar esto, porque estoy harta de la discriminación, de las políticas raciales y separatistas, porque ya estoy cansada que a los españoles que vienen acá los acepten siempre y a nosotros simplemente por ser latinoamericanos nos hacen todos los problemas.
Para más datos, la abogada que no-me represento fue María Luz de León, mi resolución de rechazo fue el 67451 y absolutamente TODO lo que promueven en la página web sobre la dichosa sala de NO ADMITIDOS simplemente es FALSO.

Quiero que se sepa, quiero alzar la voz, porque simplemente me cansé que por culpa de los ESPAÑOLES no pude ver a mi novio, no pude pasar ni navidad ni año nuevo con el… y más encima PERDI MI EQUIPAJE. El colmo… no?

Mi nombre es Paola Madrid López, 22 años

Valparaiso.


Sostengo, y sostendré hasta que las cosas cambien o deba marchar al Valhalla, lo que pase primero, que aún el color de la piel es motivo de discriminación.

En pleno siglo XXI

¡Odio todo esto!

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Sacco E Vanzetti (Film)

>> domingo, 13 de diciembre de 2009

Les dejo una producción franco-itálica que reproduce los hechos que llevaron al homicidio, por parte del estado norteamericano, de Nicola Sacco y Bartolomé Vanzetti.

¡Evviva l'anarchia!

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Los Hechos de Jacinto Aráuz

>> miércoles, 9 de diciembre de 2009

Los Hechos de Jacinto Aráuz

Jacinto Aráuz no es un QUIEN sino un DONDE. Es un pueblo en plena llanura, en el linde entre la provincia de La Pampa y Buenos Aires. Es un lugar que sobrevive en la actualidad como resort vacacional, según su página de internet. Ganó un lugar en el mapa porque el célebre René Favaloro pasó sus epocas como médico rural en este municipio. Incluso hay un museo para homenajearlo.

Pero más allá de estos pintorescos datos en Jacinto Aráuz, 89 años atrás, ocurrió un hecho único en toda la historia argentina. Hecho anecdótico quizás, pero enterrado en las arenas del olvido, perdido, ignorado. La gente no habla. La página del pueblo no relata los trágicos sucesos de aquel 9 de diciembre de 1921. El miedo, la desidia, la tristeza y una tragedia cuantitativamente mayor han relegado al olvido a los tenaces rebeldes de Jacinto Aráuz.

Acá los hechos.


En 1921 terminaba el primer gobierno de Yrigoyen. La lucha de clases en un mundo dividido había dejado miles de muertos, victorias y derrotas. Las grandes victorias para las clases bajas fueron referidas al derecho: se crearon y reformaron leyes y códigos en beneficio del explotado trabajador, no en la constitución, pero sí en los convenios con la patronal.

En la inmensa llanura pampeana se levantaba la cosecha. Esto describió sobre el trabajo, en una entrevista de Osvaldo Bayer, un peón que lo vivió en carne propia:

Lo más penoso no era el trabajo en las chacras, no importa lo agotador de la tarea, sino que lo inaguantable era el trabajo en las máquinas trilladoras, verdaderos lugares de esclavitud. Los horarios, por lo regular, eran desde las 4 de la mañana hasta las 11 de la noche, la comida se
componía de un puchero de carne de oveja con una sopa de arroz y galleta dura. Los maquinistas eran los dueños de las trilladoras que hacían campañas de leguas y leguas de campo- respaldados por la policía y apañados por los políticos lugareños (casi siempre conservadores) eran la única justicia imperante. Si por el viento se podía gastar más la correa del motor, se hacía trabajar a los
horquilleros contra el viento, es decir, que recibían en la cara toda la tierra y la paja que volaba.

Junto a los peones estaban los estibadores, quienes debían transportar las bolsas con la cosecha a los graneros. Muchas veces, se exigía, para mejorar la productividad, que el trabajo se hiciera al trote.

Estas bolsas tenían que ser transportadas en la espalda, ya que pesaban unos 80kg.

La FORA (Federación Obrera Regional Argentina), sindicato horizantal independiente (antítesis de la CGT peronista, vertical y servil, que sobrevive hasta nuestros días) presentó un pliego de condiciones a los cerealistas. Trascribo el documento:

El peso de la bolsa será de sólo 70 kilos; los horarios serán de ocho horas diarias de trabajo de cuatro y cuatro, no se permitirá el consumo de bebidas alcohólicas ni el uso de armas en los lugares de trabajo; en lo que toca a la corrida de vagones, tapado de chatas, movimiento de 'burro', como movimiento de balanza, se cobrará extra; el trabajo no será al trote sino al paso normal de hombre.


La lucha, plagada de infamia, asesinatos, procesos ilegales y falsos, logró que las demandas del sindicato fueran oídas y acatadas. La mayor parte de los empresarios cerealeros debió firmar el pliego.

El caso de Jacinto Juarez es, además, vital ya que elimina la figura del capataz. Los obreros sólo aceptarán al capataz como compañero. El trabajo que antes hacía este será hecho por el delegado semanal (rotaban en el cargo cada semana, valga la redundancia).
Esto es relevante porque el capataz, quien pagaba los sueldos, recibía un extra por cada bolsa de cosecha estibada SIN TRABAJAR. De este modo se terminaba el parasitismo, ya que ese extra, cobrado de todas formas, se dividía en el total de hombres que participaron de la cosecha.

A principios de diciembre de 1921 se presentó ante los obreros de Jacinto Aráuz un hombre de apellido Cataldi, quien dijo ser el nuevo capataz. Los obreros le exhortaron a retirarse, sin violencia, pero con una amenaza implícita. El tipo se fue.

Días después se pidió una reunión en Bahía Blanca, la ciudad más cercana. Los obreros enviaron tres delegados a la vecina ciudad. Se les informó que algunos chacareros protestaban debido a un punto (el peso de las bolsas). Si algunas excedían lo impuesto en el pliego ellos cobraban más. Se le prometió a la FORA que si dejaban sin efecto la clausula que hacía referencia a este aspecto no sería enviada una nueva cuadrilla.

La Sociedad de Resistencia de Obreros Estibadores de Jacinto Aráuz aceptó.

El punto es que nadie esperaba esto. La petición de la burguesía era un mero pretexto para acabar con los anarquistas en la zona.

Tenían, de hecho, preparada toda una cuadrilla para reemplazarlos. En efecto, el hombre que se presentó poco antes como Cataldi era su capataz, pero también era miembro de la infame y ominosa Liga Patriotica Argentina, quienes, como parte de sus objetivos, pretendían reprimir toda actividad libertaria.

El 8 de diciembre el delegado Machado fue a entregar las llaves de los galpones al dueño cuando este le informó que al día siguiente se ocuparía todo el trabajo la nueva cuadrilla. Sin mediar NADA, y ellos habiendo aceptado las condiciones de los empeladores, los estaban echando de sus trabajos.

De inmediato se dio la voz de alarma entre los trabajadores, en Jacinto Aráuz y en los pueblos vecinos Bernasconi y Villa Alba (esta última llamada en la actualidad José de San Martín).

A la madrugada se realizó una asamblea extraordinaria para decidir el curso de acción. Estaba claro: se defenderían los puestos de trabajo.

Tomaron los galpones. La nueva cuadrilla no pudo entrar. Estaba a punto de empezar el enfrentamiento, todos iban armados. La voz de la policía los invitó al diálogo. Guardaron las armas. Machado envió entonces un telegrama vía telégrafo al superintendente de Bahía Blanca, el hombre que, en un principio, fue mediador entre ambas partes, pero que claramente no era neutral, sino funcional a los empleadores. Este respondió el telegrama con un simple “Clausure galpones, yo viajo”.

Esto fue hecho. Alrededor de las 8 de la mañana los anarquistas, reunidos en un local, preparaban una comida cuando fueron rodeados por las fuerzas policiales.

Un policía llamado Américo Dozo les comunicó las órdenes: acompañar a las fuerzas del orden a la comisaría, desarmados.

Tras largas discusiones los anarquistas resolvieron que el señor Dozo los acompañaría a ellos a la comisaría. Armados.

Al llegar a la comisaría los hicieron pasar al patio. Se llamó al primero al interior de las instalaciones: Machado. Tras unos minutos se llamó al segundo: Guillermo Prieto. Prieto no entró al edificio. Dio voz de alarma, ya que vio a Machado en el suelo, ensangrentado, rodeado por el comisario Pedro Basualdo, el subcomisario, varios agentes y hasta un civil. Apenas pudo gritar. Lo metieron al cuarto de la paliza de inmediato.

Llamaron a un tercero sin dar nombre: todos tenían que entrar, todos tenían que recibir la golpiza.

Nadie se movió. Habló un obrero de apellido Quinteros:

-No venimos como detenidos. Que salga el comisario Basualdo y que nos diga que pretende.

En ese momento apareció Basualdo, fusil en mano, y gritó:

-¡Ahora vas a ver! ¡Agentes, métanle bala, no dejen a ningún anarquista vivo!

El primer disparo dio en el cuello de Quinteros, quien moriría poco después, desangrado.

Jacinto Vinelli, secretario de la Sociedad de Resistencia, hizo un llamado a la paz. Fue infructuoso. Los obreros, rodeados en una comisaría, eran atacados en todas las direcciones. Ninguno esperaba algo así; algo que ni siquiera pretende ser un fusilamiento. Por rebeldes fueron encerrados; por rebeldes se los quería matar como a animales.

Sorprendidos, sufrieron bajas y heridas en aquel primer golpe inicial. Pero no se trataba de niños, sino de hombres. Y no hombres cualquiera, sino anarquistas. Tipos que, aunque pobres, habían sido instruidos por sus congéneres. Eran cultos y duros. No iban a rendirse sin luchar.

Y eso hicieron. Sacaron sus revolveres y cuchillos y comenzó un hecho único en los casi dos siglos de existencia de Argentina: un grupo de hombres, a punto de ser asesinados ilegalmente por policías dentro de una comisaría, enfrentó y venció a los uniformados.

Queda claro que si el intento de los agentes fue la quintaesencia de la vileza del sistema, la actitud de los obreros es la quintaesencia de la rebeldía, de la lucha por la libertad, por la vida.

La policía esperaba disparar un poco, matar un par y que el resto se rindiera. Pero los anarquistas no iban a pedir, ni a dar, cuartel. Rodeados, comenzaron a escupir plomo sin asco. Los agentes tuvieron que retroceder, buscar cobijo. Los libertarios, que no tenían un atrás al cual retroceder, avanzaron a filo de cuchillo, secundados por las balas.

En diez minutos tomaron la comisaría e hicieron prisioneros a los policías. Pero las balas se terminaban. Ninguno tenía más que un cargador. Por lo cual, triunfantes, abandonaron el lugar y los “rehenes”.

No obstante, la victoria no fue completa. Quinteros había muerto. Había muchos heridos en ambos bandos. El estibador Ramón Llabrés murió poco después.

En el patio cayeron dos policías, el ya mentado Dozo y un tal Freitas. Poco después fallecerían a causa de las balas libertarias el oficial Merino y el agente Mansilla.

Basualdo pidió refuerzos policiales a los pueblos vecinos. Y entonces comenzó la caza de los acratas.

La versión policial afirmó que un grupo de 40 peligrosos anarquistas asaltó la comisaría.

Se allanó la Sociedad de Resistencia. Destrozaron los muebles, quemaron los libros, so excusa de haber encontrado “material subversivo”. Se allanaron también las viviendas de los anarquistas de toda la zona. Había que escarmentarlos.

Dos anarquistas que participaron en los hechos, Alfonso de las Heras y Teodoro Suarez, quienes habían huido a pie, fueron detenidos y torturados por el el subcomiasrio Bianchi.

Los llevaron a la comisaría. En el patio aún estaba el cuerpo inerte de Quinteros, el compañero muerto. Los de los policías, no obstante, habían sido trasladados para “darles cristiano velatorio”.

Estos hombres, como todos los capturados, fueron atados de pies y manos con alambre de púas y torturados nuevamente. Esta vez los agentes del orden se quitaron la rabia de la humillación a latigazo limpio.

Lo peor no había llegado. Se trajo a las compañeras de los libertarios para que atestiguaran la barbarie.

Pero el latigo no bastaba. Pioneros en la tortura, los policías argentinos encontraron su morboso divertimento en parejas. Un agente levantaba de la cabellera a la victima y otro le orinaba el rostro. Delante de su mujer y de sus hijos. Mientras estaba inmóvil.

Lo anterior está tomado de la declaración de el doctor Enrique Corola Martínez, abogado que atestiguó el accionar policial y tomó la defensa jurídica de los anarquistas.

Entre las mujeres que fueron obligadas a descender, en calidad de testigos, a los sótanos de la humana monstruosidad destaca Zoila Fernández, compañera de Jacinto Vinelli, el secretario de la Sociedad de Resistecia.

Transcribo el relato hecho por esta mujer al juez deferal, doctor Perazzo Naón:

Poco después de las once me visitaron no menos de veinte policías, entre ellos el comisario de Villa Iris, los que entre insultos y amenazas me pusieron las esposas, dedicándose luego al saqueo de la casa. Destrozaron lo que pudieron en la mía, pasando de inmediato al local de la sociedad donde lo que no pudieron llevarse le prendieron fuego. Como todo esto lo hicieron en presencia mía, les pedí me sacaran las esposas para llevar a mi hijito, que apenas tenía cuarenta días, pero mis ruegos fueron desoídos, conduciéndome a golpes a la comisaría. Allí contemplé el cuadro más horrible. Los charcos de sangre causaban una dolorosa sensación. Los heridos respiraban con dificultad y de vez en cuando hacían oír un quejido entrecortado.
Cuando por la tarde los policías se habían repuesto del susto, me llevaron a la oficina, donde después de dirigirme toda clase de improperios me tomaron por la nuca y me llevaron hasta el patio para hacerme limpiar con la cara los charcos de sangre. (Testigos presenciales de este hecho relataron que Zoila Fernández gritaba histérica: '¡no me importa que me hagan esto, es sangre de machos, sangre de anarquistas!'). Luego fui conducida a un calabozo con la amenaza de que a la noche la pagaría, esta amenaza que yo la veía cumplirse, porque no hay espíritu más ruin que el del policía, y el recuerdo de mis queridos hijitos, a quienes no vería más, me estremecieron de espanto y pasé unas horas que me serán inolvidables mientras viva. Sin embargo estaba convencida que antes de ser ultrajada tendría la suficiente fuerza para hacerme asesinar. Felizmente las amenazas no llegaron a cumplirse gracias a un oficial, que habiendo sorprendido las provocaciones de los policías me hizo poner guardia. Más tarde, y por indicación del mismo oficial, logré que me trajeran a mi hijito, que se me moría de hambre y con él presencié las horribles torturas que les fueron aplicadas a indefensos obreros, que ni habían participado del hecho. Nunca vi crueldad más grande. Se les cruzaban las muñecas por detrás y se les ligaba con alambres de púa. El juez Perazzo Naón encontró a los presos en esas condiciones y, por orden suya, después de las declaraciones de práctica se nos puso en libertad a mí y a otra compañera, y a los presos se les quitó las ligaduras. Pero cuando el juez se fue a comer, los polizontes volvieron a ligarles las muñecas a los presos, aunque esta vez con alambres de fardo. Así permanecieron hasta el otro día en que fueron conducidos hasta Santa Rosa

No se tiene el nombre del oficial que defendió a la mujer.

Por otro lado, sí se tiene el nombre de un policía que actuó con justicia. Su apellido era Zárate y fue el encargado de transportar en tren hasta Santa Rosa a los detenidos.

Al llegar a la capital de La Pampa, Zárate debió enfrentar a la indignada población que quería hacer justicia por mano propia y la siempre inicua Liga Patriotica Argentina. Con temple de hierro, más cercano al de los anarquistas que a la cobardía de sus compañeros policías, Zárate condujo a los reos a la cárcel, evitando el linchamiento.

La defensa de los hombres fue tomada por Pedro E. Pico, un célebre dramaturgo, y por el ya mencionado Corona Martínez.

Acá hay otro de esos extraños casos que hacen a la mística libertaria, que en sus actos suele tener siempre algo de novelesco, de insólito, de inverosimil.

Para llegar a la verdad, Corola Martínez se mudó a Jacinto Aráuz y fingió ser un simple corredor de comercio. Así logró investigar los hechos y finalmente probar, en un extenso alegato, que el comisario Basualdo había aceptado una suma de dinero para asesinar a los anarquistas.

Esto deja claro el lugar de la policía: meros sicarios legalizados, perros de la guerra de una oligarquía atemorizada.

Una vez enterados en Buenos Aires del atropello, los distintos organismos de los trabajadores se solidarizaron con los rebeldes de Jacinto Aráuz, pero este hecho quedaría opacado por otro mayor.

Ya llegaban las noticias de las andanzas del teniente coronel Hugo Benigno Varela por tierras australes. Ya se acercaba la Patagonia Rebelde, ya se acercaba la lucha de José Font y Antonio Soto, ya se acercaban los 1500 fusilados, ya se acercaba el desprecio hasta de las prostitutas y, como no, ya se acercaba la bomba y las balas del alemán Kurt Wilckens, el vindicador, héroe y mártir de los hombres libres allá dónde y cuando se encuentren.

Las condenas, pese a la brillante defensa de Corola Martínez y Pico, fueron negativas. Seis fueron condenados a tres años de prisión y el resto cumplió entre once y tres meses.

Todos los policías fueron absueltos.

Jacinto Vinelli, el secretario, y Machado, el delegado, jamás fueron apresados.

Estos son los hechos de Jacinto Aráuz. Hechos devorados por el tiempo, olvidados por el lugar donde ocurrieron. Sólo una vez se contó esta historia que hoy rescato. Porque es necesario que sepamos que, pese a todo, alguna vez hubo hombres que en la inmensa soledad de un país que se estaba construyendo se atrevieron a levantar la cabeza y que por eso se los quiso matar. Pero no se rindieron. Porque en ocasiones hace falta pelear incluso dentro de la comisaría.

Con todo en contra estos valientes hombres ganaron la batalla. No pudieron matarlos. Ni los policías pagados para hacerlo ni el sistema carcelario.

Casi 90 años después las cosas han cambiado poco. Ya no quedan anarquistas en Argentina pero la policía sigue siendo corrupta, sigue aplicando la ley Bazán (tiro primero, pregunto después), sigue matando por encargo, sigue aplastando a los portadores de voces rebeldes y reivindicadoras. A través de este siglo incompleto se han multiplicado los Basualdo y se han extinguido los Zárate.

Aún hoy existen condiciones laborales inhumanas. Pero ya no quedan rebeldes.

En este artículo no pretendo sermonear a nadie ni implantar mis ideas, tan sólo contar la historia que algunos se han encargado de ocultar. ¿Por qué otras historias se cuentan y esta se esconde?

Porque en Jacinto Aráuz ganaron los rebeldes. El sistema perdió.

Fuentes:

“Los Anarquistas expropiadores y otros ensayos” de Osvaldo Bayer.

www.laluchaanarquista.blogspot.com

www.lafogata.org

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Wolfquest

>> domingo, 29 de noviembre de 2009




Existen simuladores de todo tipo. De conducción de vehículos, de construcción de ciudades y sociedades, de gestión institucional, de relaciones sociales y, ahora, ¡también un simulador de lobos!

Wolfquest es un software desarrollado por el zoológico de Minesota y eduweb con el propósito de introducir a la gente en la verdadera naturaleza de uno de los animales más misteriosos que pueblan el mundo.

Las opciones de personalización del animal que encarnaremos son mínimas (tonalidad del pelaje, género y algunos atributos, apenas) pero eso no quita mérito al proyecto.

En el juego se deberá alimentar al lobo (se podrá cazar liebres y búfalos), buscarle un/a compañero/a para iniciar una manada y luchar contra adversarios (coyotes, osos e incluso otros lobos).

El software posee soporte multijugador para que hasta 5 personas interactuen de modo cooperativo en una partida online.



Es muy claro el estudio del animal que fue realizado por los desarrolladores. Los movimientos son muy realistas, así como la ambientación de los escenarios (puntualmente, el parque Yellowstone, en Minesota). La banda sonora es adecuada.

Para cazar o buscar a los oponentes se puede utilizar la "visión olfativa", que nos permite rastrear tanto presas como aliados.

Pueden ver un video ACÁ.

El juego, completamente gratuito, puede ser descargado desde la página oficial de Wolfquest.

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Entrevista a Osvaldo Bayer

>> lunes, 23 de noviembre de 2009

Un reportaje de Rosario Lufrano al historiador anarquista autor de Los Vengadores De La Patagonia Trágica y Severino Di Giovanni, El Idealista De La Violencia, entre otros libros.

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Un Siglo Después...

>> sábado, 14 de noviembre de 2009




Ramón Falcón fue un militar destacado en la infame “conquista del desierto”. Le llamaron “conquista” y “desierto” por esas burradas históricas pro-fascistas. Ni se conquista un desierto (se ocupa, a lo sumo) ni era desierto lo que conquistaban: estaba lleno de indios. Pero como para el huinca el ranquel y el mapuche no son personas, sino animales, la triste expresión permanece hasta nuestros días.

Tras finalizar esta ingnominia histórica, esta mancha en la consciencia de los pocos hombres blancos no derechistas que quedamos (me incluyo, a veces con vergüenza por el color de mi piel), Falcón, de regreso en Buenos Aires, fue nombrado Jefe de la Policía Federal Argentina en 1906.

Llamarlo brutal es insultar a los brutos del mundo. Fundó la escuela de policía que, aún en la actualidad, lleva su nombre.

Falcón odiaba profundamente las ideologías de izquierda casi tanto como a la “lacra social inmigrante”.

En aquel 1906 ordenó reprimir los actos de diversos sindicatos en conmemoración a los mártires del 1ro de mayo. Hay que tener en cuenta que el día internacional del trabajador (en memoria de los 8 anarquistas -5 ejecutados y 3 encarcelados- que iniciaron la cadena de eventos que conquistó la jornada laboral de 8 horas) en Argentina fue nacionalizado, la figura de los mártires fue omitida y se consideró otra actividad de la derecha católica.

La represión antes nombrada, protagonizada por 120 policías a caballo, dejó un tendal de cadáveres.

En 1907 obreros que habitaban los conventillos porteños se negaron a aceptar un incremento en los aranceles, lo cual motivó protestas en las calles.

Para julio, con auxilio del departamento de bomberos, Falcón logró expulsar de los decrépitos edificios a los inquilinos, quienes quedaron desamparados sin auxilio del estado ni de sus antiguos empleadores. El frío no los mató debido a un único factor: los sindicatos anarquistas que formaron campamentos para mantenerlos a salvo. Se les entregó ropa, comida y albergue. Precario, pues los recursos eran magros, pero efectivo.

El 1ro de mayo de 1909 Falcón ordenó una nueva represión. Esta vez el blanco fue una manifestación anarquista, convocada por la FORA (Federación Obrera Regional Argentina). El resultado fue 11 muertos y decenas de heridos graves, que en su mayoría murieron en los días siguientes.

Cuando se iniciaron los funerales, Falcón ordenó dispersar por la fuerza a más de 60.000 personas que acompañaban PACIFICAMENTE los feretros. Otras 4000 personas, que pretendían presentar sus respetos directamente en el cementerio de La Chacarita, fueron agredidos a balazos por la policía.

Luego se clausuraron los sindicatos de todos los partidos de izquierda. Los órganos de prensa La Protesta y La Vanguardia, anarquista y socialista respectivamente, fueron incinerados por policías con ropa civíl y... civiles.

Tras estos hechos, un comité formado por la FORA, la UGT y el Partido Socialista obtuvo, por vias politicas, la libertad de las personas detenidas así como la reapertura de sus sindicatos. Pero no se consiguió la renuncia de Falcón, quien tenía apoyo de La Bolsa de Comercio y La Cámara de Cereales, entre otras entidades patronales.

El 14 de novimbre, presa de la indignación, un joven anarquista ruso de 18 años, Simón Radowitzky, hizo uso del sagrado derecho: matar al tirano.

Falcón regresaba del funeral de un policía. Simón tiró una bomba casera al carruaje en el que viajaba el genocida, quien murió horas más tarde.

El libertario corrió pero pronto se vio rodeado por la policía, por lo cual se encogió de hombros, sacó un revolver, gritó “¡Viva la anarquía!” y se dio un tiro en el pecho.



No murió. Fue trasladado al hospital más cercano. La bala no había tocado ningún órgano.

Lo enjuiciaron y sentenciaron a muerte. La ejecución no se llevó a cabo porque Simón comprobó -o logró engañar a todo el mundo- su edad: era menor. A principios del siglo XX las mujeres y los menores no podían ser condenados a la pena capital.

Intentó huir del primer penal en el que estuvo recluido, por lo cual fue trasladado a Ushuaia.

La cárcel en Ushuaia es a sudamerica lo que las antiguas prisiones en Siberia a Europa. En general, nadie volvía de ahí.

El anarquista fue atacado salvajemente durante toda su estancia en el penal. Cuando se acercaba el aniversario de la muerte de Falcón, Radowitzky era recluido en confinamiento solitario y alimentado sólo con pan y agua.

Lideró una huelga de hambre entre los reclusos, por mejoras mínimas, que terminó en uno de los hechos más atroces que pueda sufrir un ser humano: fue violado por el subdirector de la cárcel y tres guardias.

Enterados del hecho, los órganos de prensa anarquista denunciaron la miserable agresión. Se ejerció presión suficiente para sumariar al subdirector y retirarlo de su cargo.

Los anarquistas de sudamerica intentaron liberar a Simón en una oportunidad. Con un velero, un traje de guardia y un poco de connivencia el libertario logró huir. Cerca de Puntarenas, Chile, fue recapturado.

Las represalias del sistema fueron horrendas: dos años de confinamiento solitario con media ración de alimento.

Los organismos ácratas enviaron dinero a Radowitzky, quien lo usó para comprar libros y medicamentos para los enfermos.

Yrigoyen fue exortado a liberarlo en infinidad de ocasiones. El indulto llegó el 13 de abril de 1930.

Lo terminan expulsando a Uruguay. Trabajó como mecánico y luego como mensajero, hasta que llegó la dictadura Uruguaya, que lo detuvo. Tres años pasó el anarquista encerrado en una prisión-sótano, hasta que fue liberado por una facción de resistencia anarquista. En Montevideo lo apresaron una vez más. Una vez más fue liberado.

Se dirigió a España, a luchar contra el franquismo recientemente sublevado contra la Segunda República. No usó armas. No asesinó. Su trabajo en las milicias fue el de proveer de alimento a los soldados.

Tras la derrota marchó a Francia y luego a México.

De nuevo en América, trabajó en una fábrica de juguetes durante 16 años.

Murió el 4 de marzo de 1956, tras un paro cardíaco.

Hoy hay monumentos, calles, avenidas y una escuela de policías llamada Ramón Falcón. Ninguna plaza, siquiera, para Radowitzky.

Un siglo después los anarquistas del mundo no olvidamos el valor de este hombre.

Los tiranos, a pesar de todo su poder, prepotencia y altanería, aún recuerdan que ni siquiera ellos están a salvo de la voluntad de un solo hombre libre.

¡Viva la anarquía!

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Culpa / Un Diálogo

-¿Pero por qué mierda lo hice?-murmura en la penumbra.

La mujer, dormida, se da vuelta en la cama. Él está sentado al borde del mueble y preferiría que a sus espaldas no hubiera más que ese sempiterno vacío que lo persigue, que lo acosa y lo derriba, que lo sofoca y lo atormenta.

Pero no. Hoy el vacío no está a sus espaldas. Tras de él está la chica. Y el vacío en su interior.

Agarra su cabeza con ambas manos. Mira el suelo. Sostiene entre los dedos índice y mayor de la mano izquierda el cigarro, antes tabaco y papel, ahora ceniza.

-¿Por qué?-repite.

Un suspiro. Ella se da vuelta en la cama, una vez más. Él se gira. Quizás la despertó. La blonda melena le cubre el rostro. Mejor así, piensa. No quiere verla. No quiere estar ahí.

Se pone de pie. El pantalón. Las botas. La remera. Guarda en los bolsillos los pocos efectos personales que llevó al encuentro. Una billetera, un encendedor. Toma un papel y un bolígrafo de la mesa de luz. Garabatea unas palabras de despedida. Termina la nota con un cortez, pero hipócrita, “te llamo”.

Camina sin hacer ruido. Sale del dormitorio. Abre la puerta. Desliza la llave por debajo y toma el ascensor.

Una vez en la calle respira profundo. Camina bajo la lluvia veraniega. Podría tomar un taxi, pero es mejor así. Necesita ordenar sus pensamientos. El agua golpeando su rostro le ayuda a pensar. Son las dos de la madrugada. Es demasiado temprano para volver al claustro. Se detiene en un bar.

Otro rincón de la ciudad donde construir una barricada, piensa. Es oscuro y húmedo. Sólo la barra está bien iluminada. En especial el área donde descansa la caja registradora. Se sienta frente al barman, un tipo enorme y tuerto.

-¿Qué te sirvo, pibe?-le dice el hombretón.

-Whisky. Solo. ¿Se puede fumar acá?

-Esta noche sí-responde, sin mirarlo, mientras le da el trago.

Bebe con lentitud. Deja que el poderoso líquido queme su garganta. Le hace falta sentir el ardor. Fuma. Desde algún equipo de audio se escucha la voz de Steve Wilson. Buying New Soul.

Dried up, a guitar upon my knee
I should have sold out when the devil came for me
Dig a hole and throw it out to sea
Break the code, how happy I could be


Escucha la puerta abrirse una vez más, pero no le presta atención. Otro refugiado que huye de la lluvia o de la ciudad, otro corazón roto o, quizás, sólo otro alcohólico que sabe muy joven la noche como para arañar, ahora misma, las sábanas de su cama.

-¿Siempre solo vos?-le pregunta una voz a sus espaldas.

Suerte. Puta suerte.

Medio millón de personas en la ciudad y tenía que ser ella quien cruzara la puerta.

-¿Existen las coincidencias?-le pregunta mientras, con un gesto, pide otro trago al barman.

-Depende a quién le preguntés. Vos siempre vas a decir que no.

-Y vos siempre vas a decir que sí. ¿Como has estado, mujer?

-Cansada. Atareada. Y un poco aburrida.

Él la mira y le regala una mueca de fastidio. A ella no parece molestarle.

-¿Novia?-pregunta mientras se acoda a la barra, con el rostro directo a la salida.

-No.

-¿No tener novia?

-No tener la novia que quiero, en todo caso. ¿Importa?

-Un poco. Esperaba una llamada tuya.

-No tengo teléfono, lo sabés.

-Hay cabinas.

-No me gustan las cabinas.

-¿Te gusta algo?

-Dos o tres cosas... un buen whisky, por ejemplo.

Ella se sonríe y baja la mirada. El enciende otro cigarrillo y le ofrece el atado. Ella acepta.

I still wave at the dots on the shore
And I still beat my head against the door
I still rage and wage my little war
I'm a shade and easy to ignore


-Me siento como la mierda, Julieta-murmura.

-¿Ahora qué hiciste?

-Lo usual. Robé un tren, maté una docena de policías, incendié una iglesia, amenacé a un par de agentes de la CIA y, finalmente, puse una bomba en el pentágono.

-Lo que se dice una noche ocupada...

-Seh...

Él contiene un eructo y se apresura a pedir más alcohol.

-¿Tomás algo?-pregunta.

-Ya tomé mucho por una noche. Vos no deberías tomar más.

-Es apenas el tercero.

-Si llegás al quinto sabés donde vas a terminar...

-Sí, durmiendo en tu sofá, igual que la última vez.

Ella ríe. Ríe con ganas, aún cuando sabe, con total certeza, que es la verdad. Sin metáforas ni adornos, sin exageraciones ni omisiones: la verdad.

White wall, I had to paint a door
I always find that I've been through it before
Close it up and throw away the key
Break the code, how happy I could be


-Y bien... ¿vas a decirme quién es ella?

-¿Ella?

-Sí, ella. La que te puso así.

-¿Cual de las dos?

-Ah... era con ménage à trois la cosa.

-Nah... ¿segura no querés un whisky?

-Te dije que no. Escuchame, ¿estás jugando a dos puntas?-la voz de la chica tiembla un poco.

-No. Nunca podría hacer eso, lo sabés. Es decir, con una ya me cuesta...

-Sí... ¿entonces?

-Entonces... hice algo muy estúpido. Y no sé por qué lo hice.

-Vos vivís haciendo cosas estúpidas...

-Ajá...-dice él, molesto.

-No respondás así. No tiene mucho sentido pero es así.

-¿Y por qué no tiene mucho sentido?

-Porque sos una de las personas más inteligente que conocí en mi vida. No entiendo como es que hacés una boludes tras otra.

-Vos no me entendés...

-¿Y vos sí te entendés?

-¡Claro que no! ¡si me entendiera viviría mucho mejor!

-Más alto, un tipo en Canadá no te escuchó.

Él deja salir un gruñido.

-Estoy cansado, Juli-dice tras unos segundos.

-Todos lo estamos.

-No como yo...

-Siempre tan único y especial...

-¿Y? ¿acaso no es lo que ustedes me hicieron creer?

-Eso no importa ahora.

I woke up and I had a big idea
To buy a new soul at the start of every year
I paid up and it cost me pretty dear
Here's a hymn to those that disappear


Fuman lo que queda de sus cigarrillos en silencios. Escuchan la música. No se miran. Y cuando lo hacen no es como antes. No hay pasión, sólo el vago afecto de algo que debió ser pero que jamás será. Hubieramos sido una buena pareja, piensa él.

-¿Me vas a contar lo que pasa sí o no?-dice ella cuando se cansa de no hacer nada.

-Acabo de usar a alguien-comenta él, con pesar, tras un momento de meditación.

-Ajá...

-Quiero a alguien con quién no puedo estar. Así que salí a seguir mi vida, tras lamentarme un tiempo. Y...

-Y...

-Y eso... acabo de usar a alguien. Es horrible, e imposible de evitar, pensar en una persona que no está bajo tu cuerpo cuando...

-Sí... ¿vas a volver a verla?

-No creo.

-Te entiendo... lo que no entiendo es por qué te hacés tanto problema. ¿Ella siente algo por vos?

-No que yo sepa.

-Vamos... fue una noche.

-No entendés... no sé por qué lo hice.

-Seguís repitiendo eso.

-Claro que lo repito.

-Sabés por qué lo hiciste...

-No, no lo sé. Dejame en paz.

-Vamos...

-No soy de los que sufren la soledad.

-Ni de los que confunden sexo con afecto, lo sé. Te conozco hace mucho tiempo, ¿te acordás?

No responde. Pide otro whisky.

-¿Sabés como se sigue adelante?

-¿Caminando?

-Sí. Así de fácil: caminando.

-No quiero caminar. Afuera llueve y moverme en circulos no es lo mío.

-¿Qué estás esperando?

-Un milagro... creo.

-Cosa rara para un ateo, ¿no?

Él le sonríe. Empina el trago. Fondo blanco. Arde, garganta.

-¿Vas a tomar otro?

-No.

-¿Venís conmigo?

-Tu sofá no es para mí hoy. Creo que voy a caminar.

Ella se pone de pie. Quiere irse. Pero también quiere decir algo más.

-Hablá, mujer.

-Sos un masoca.

-Sí, eso dicen.

-No, te hablo en serio, sos un masoca. ¿Por qué te torturás así?

-Está en mi naturaleza, creo.

-¡Naturaleza mis ovarios!-dice, iracunda-¿cuantas veces hablamos de esto?

-Doce. Trece con esta, si decís lo que creo que vas a decir.

-Dejate de joder con el “si decís lo que creo que vas a decir”. Siempre decís eso. A todo el mundo. Y siempre te equivocás. Con todo el mundo.

-¡Bien!-exclama él-¡iluminame!

-Sos un masoca.

-Eso ya lo dijiste.

-Te carcome la culpa porque estuviste con alguien para cubrir el vacío que te genera no salirte con la tuya. Esa es la verdad. Ni amores imposibles ni revolución teóricas ni chicos muertos. Te duele no poder cumplir tus caprichos de renegado urbano, afecta esa imagen tuya de rebelde con causas. Ese es tu problema.

-No.

-¿No?

-¡No!

-Tengo razón y lo sabés.

-No, no tenés razón. Yo... la quiero.

Silencio. Julieta está aturdida.

-Eso nunca termina bien-dice cuando se repone.

-No es una de mis causas perdidas...

-¿Seguro?

-Sí. Es...

-Especial, sí. Digo... tiene que ser especial para que...

-Dejalo ahí.

Ella se sienta a la barra. Saca de su bolso un celular. Envía un mensaje de texto.

-Whisky-dice la joven al barman.

Él la mira, contrariado.

-Hoy dormís en mi sofá.

-Si llegamos.

-Si llegamos.

-No hace falta que hagás esto.

-No importa. Quiero hacerlo.

-Odiás el whisky.

-Ese no es motivo para no compartir penas. Además, cuando te de cuerda no vas a parar más.

-¿Darme cuerda?

-Sí... contame como es ella. Quiero saberlo todo.

-Bueno...

Y él comienza la narración. Retrata con palabras y gestos, con silencios y miradas, a su musa. Narra proezas del espíritu humano, hieráticas complicidades, omite lo que no debe ser repetido, pues le fue confiado como un secreto, mientras sus ojos brillan con la furia de un millar de estrellas en combustión.

La chica se emociona con cada detalle. Con cada pequeño trozo de distante realidad que llegue a su percepción a través del monólogo de su interlocutor.

Y el whisky y el tabaco se llevan la noche junto con la lluvia para dar paso al sol y a un calor asfixiante, hasta que los echan del lugar. Y en una plaza cercana continúan, vigilados por el terrible Tercer Ojo de Urbania.

La culpa incoherente de los corazones desorientados sólo puede ser mitigada al descubrir a un viejo amigo en el rostro de un congénere. Porque no hay culpa, merecida o inmerecida, que no provenga del interior, del vacío que deja la esperanza que debió morir. Y no hay dolor que no deba ser compartido.

Sólo tenemos la sombra de la comprensión para cubrir los pozos del tormento.

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Agua



Agua en la luna...

No estamos solos en este universo de mierda, ¿verdad?

¡Ja! ¡No estamos solos escribí!

Y en la entrada anterior digo... que me siento solo.

Ya está, me harté. SEÑORES EXTRATERRESTRES: [bacterias que habiten las aguas selenitas incluidas] ¡POR FAVOR LLEVENME CON USTEDES!

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Feeling Lonely

>> viernes, 13 de noviembre de 2009



Feeling lonely, feeling sad... under the rain... is really someone out there, waiting for me?

Fuck off.

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Midnight Nation



Midnight Nation es una novela gráfica escrita por J. Michael Straczynski (autor, entre otras cosas, de Rising Stars y Supreme Power) y dibujada por Gary Frank (lapices) y Jason Gorder (tintas).

La trama gira en torno a David Grey, un detective del departamento de homicidios, que investiga una serie de casos atroces relacionados con la venta de drogas.

Lo que en un comienzo parece un policial negro digno de Raymond Chandler, deviene en una personal obra filosófica que aborda conceptos como la soledad, la miseria, el bien y el mal desde una óptica que carece de las divisiones absolutistas de la teología.

David cae a "el otro lado", un espacio-dimensión que coexiste con la realidad, que es parte de ella, pero que está olvidada. Ahí van todos aquellos a quienes el mundo ya no presta atención.

Unos seres insustanciales (Los Hombres) le robaron el alma. Tiene menos de un año para recuperarla o se transformará en uno de ellos.

Por supuesto, el Gran Héroe no está solo. Será asistido en todo momento por Laurel, una enigmática mujer capaz de hacer temblar a las fuerzas enemigas con solo pronunciar su nombre.

Es un road comic. Once de los doce números que le tomó a Straczynski contar la historia transcurren en el camino a New York, camino que debe ser recorrido a pie, ya que sólo Los Hombres poseen vehículos.

Originalmente fue publicada mensualmente dentro la línea Top Cow/Joe's Comics de la editorial norteamericana Image.





El Aspecto Filosófico

David y Laurel no están solos. Esporádicamente cruzarán caminos con un sujeto misterioso. Si bien no es difícil imaginar su identidad -su nombre jamás es dicho de modo explícito- hay una pequeña vuelta de tuerca en la figura mítica de este personaje que lo hace, cuando menos, memorable.

Hay que entenderlo: el viejo Joe utiliza a este tipo como vehículo para sus ideas más intimas.

La naturaleza del mal es la miseria, afirma hasta el cansancio. No existe conducta aberrante per se, sino una falla intencional en lo que llamamos existir. Y el motor de la miseria es la esperanza. Hay un negativismo extremo. ¿Sartre? No. Debo decir que no. O quizás sí, pero en un grado MUY inconsciente.

Esto es una obra catártica.

La esperanza es el cebo que utilizan para que hagas lo que quieren. La esperanza es la trampa que el mundo te tiende cada noche cuando te vas a dormir. Y la única razón que te hace levantarte por las mañanas es la esperanza de que ese día será mejor.

Pero nunca lo es, ¿verdad?

Cuando aprendas que la esperanza es una mentira, entonces y sólo entonces, de todas las reglas, las expectativas, la culpa.

La muerte de la esperanza es el nacimiento de la libertad.

Ven y abrázala, si quieres.


El Tipo Misterioso, Midnight Nation #10






Como siempre, la pluma J. Michael Straczynski es áspera, cruel, brillante. Una vez más hace gala de un talento único para deconstruir frases hechas y darles un sentido que excede sus propios límites, como esa inolvidable frase de The Poet en Rising Stars "Who wants to see the hell in birds-eye view?!" o el no menos certero "Bring on the pain!" dicho por Laurel en el primer número de este comic.

La versión en castellano fue publicada hace unos años por Planeta-DeAgostini, para la Unión Europea, y luego en un tomo recopilatorio por Norma Editorial, pero yo miraría ACÁ para leerla en los próximos minutos.

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Capítulo I: Un Miserable

>> miércoles, 11 de noviembre de 2009

Sueña Conmigo

Volumen II: Los Inmortales


Capítulo I

Un Miserable



Él mira el vacío. Fuma en silencio. Intenta, quizás, encontrar algo en su memoria. Una imagen. Un sonido. Quizás, algo relacionado con una mujer. Sí. Es eso. La sonrisa de una chica. ¿Pero cual? ¿Cual chica? ¿y cual sonrisa?

Dos milenios han transcurrido. Y el tiempo no camina más rápido para ellos, Los Inmortales. Tal vez, incluso, la procesión de los días es más lenta para ellos que para los hombres.

¡Hombres!

También, a su modo, pertenecen a la especie humana. Han nacido de vientre de mujer. Fueron amamantados, casi todos ellos, por los pechos de la lozanía, por el ardiente deseo de una juventud ajena. La suya transcurrió muy rápido. Son viejos ahora. Eso han sido siempre: viejos. Los pocos años de la niñez no pueden compararse con milenios de decrepitud. Aunque sus células se estancaron en la edad adulta y ni siquiera tienen canas tienen total conocimiento de su permanencia. Han visto surgir y caer imperios.

Y poco les importa.

-¿De verdad creés que eso va a matarte?-dice una voz.

-No. pero me ayuda a pensar-responde, sin darse vuelta a mirar a su interlocutor.

-Pues que bueno. Ya sos grande como para saber que el cigarrillo no causa cáncer ni enfisema.

-No. No a nosotros al menos. Me agrada verte de nuevo, Caín.

-Siempre es un placer, Lázaro. ¿Cuanto tiempo ha pasado desde la última vez?

-¿Qué año es este?

-2009.

-¿Qué mes?

-No tengo idea. Pero es casi verano.

-Sí... estamos cerca de 2010. Eso significa que nos vimos por última vez hace 233 años.

-¿Un 4 de julio, verdad?

-Verdad.

Silencio.

Caín se para junto a Lázaro. Junto a él mira la calle. El vacío. El gris y distante asfalto. Las personas que vagan como diminutas hormigas, de un lado a otro, sin generar cambios; las personas que viven una existencia repleta de dolor, sufrimiento y miserias. Y no pretenden cambiar eso.

-Miserias...-murmura Lázaro.

-Demasiadas.

-El plan del Soñador, Caín... ¿estuviste ahí, verdad? Estuviste en esa batalla.

-Sí.

-¿Cómo fue?

-Matámos ángeles. Muchos ángeles. Yaveh liberó a Mitra. O lo que quedaba de él. Morpheo la enfrentó. No pudo vencerla. Al final Yaveh tuvo que desarmar su arma de destrucción masiva. Un mortal metió la nariz en todo el asunto. Mostró a la gente el verdadero rostro e intenciones de su creador.

-Lo supuse... para lo que sirvió.

-Eventualmente dejará de existir. Lo sabés.

-¿Pero cuanto es “eventualmente”, Caín? ¿cuanto tiempo más?

-No lo sé. Tal vez otra centuria.

-¡Otra centuria! ¡el tiempo se arrastra como un caracol acá abajo, en esta prisión de tierra y agua, de aire y smog!

-Tenés todo el tiempo del...

-...mundo, sí, y ese es mi problema. Estoy cansado, compañero. Muy cansado.

-¿Qué querés, Lázaro?

-Morir-murmura. Cierra los ojos. Baja la cabeza. Aprieta con fuerzas la baranda de la terraza. Contiene las lágrimas.

-Yo no-dice Caín.

-No te entiendo. Llevás en esto mucho más que yo. ¿No estás cansado?

-Soy el primero de los asesinos. La historia me pertenece. Soy el pasado, ¿cómo podría dejar de existir? Viviré por siempre. Y siempre viviré por mí. No existe modo de desistir. Al principio, durante mis primeros años como portador de La Marca, sentí lo que vos. La tierra se negaba a darme sus frutos. No podía tragar la carne de los animales. Nadie quería hablarme. Estaba solo en el universo. Hasta que él vino a mí.

-¿Él?

-Lucifer. Se me presentó una noche sin luna. Me dio vino y manzanas. Charlamos hasta la madrugada. Cuando el sol pobló la realidad el partió. Yo pude volver a comer. El mundo se había hecho más atroz. Matar a tu hermano no era ya lo peor que podías hacer. El viejo Adán había muerto. Nadie me recordaba. La Marca, mi maldición, se transformó en mi escudo. No puedo ser dañado. Lo hecho ya no me pesa. Evolucioné. Deberías intentarlo.

-No puedo...

-¿Por qué no? ¿porque Nazareno te dijo “espera”?

-No... porque hay demasiada miseria.

-Hay un mundo mejor en camino...

-Hablás como El Soñador. No sos nada realista.

-Y sin embargo acá estoy. Un cabrón de treinta mil años de edad, un nefasto fraticida, un Inmortal, como vos mismo lo sos, que no ansía redención. Tocame, soy muy real. Tan real como lo que aguarda en el camino, ahí delante, si permitís a tus piernas dar cada pequeño paso hasta allá.

-No, Caín. No hay paraíso. No hay infierno. No para mí. Ni para ellos-dice y señala a la gente presurosa en las calles, en la rotonda de la vida.

-Bah...

-Van. Vienen. Vienen. Van. Nacen para morir. Mueren para nacer. Una cíclica existencia plagada de ignorancia. Más personas. Menos comida. Más tecnología. Menos intimidad. Sin un refugio más que alguna barricada en su imaginación. Sida. Cáncer. Ántrax. Bombas. Mártires. Causas. Capitalismo. Comunismo. Fascismo. Terror. Sufrimiento. Dioses espectrales, vírgenes prostituidas, imágenes paganas, soles y tierras y ríos y animales engendrándose y devorándose a sí mismos en un festín de crueldad, en una orgía de podredumbre, en un aquelarre dedicado a la Suprema Deidad Puerta Cerrada. Es la celebración del encierro. Quedarse dentro de casa, porque fuera hay homicidas anónimos que te matarán por unas monedas, ¡como si el claustro fuera la vida, como si la vida pudiera ser experimentada a través de un televisor!

Azota el puño contra la baranda. Gruñe. Mira a Caín y prosigue.

-Cierran las puertas porque tienen miedo. Miedo de asesinos seriales, de violadores múltiples, de anarquistas incendiarios, de ritos y cultos. ¿Lo ves? ¡temen aquello que jamás han visto! Aunque sea real, aunque exista, temen las consecuencias de lo que no ha sucedido. Y se aislan de la comunidad, arrojan la responsabilidad a la basura y acuden cada cuatro años a alguna escuela para meter un puto sobre en una puta urna, para que otros decidan por ellos. Bendicen a sus pastores. No soportan la acción misma, la creación, por eso hay madres que asfixian a sus hijos. Porque sólo hay miseria.

Cae de rodillas. Se lleva las manos a la cabeza. Su corazón triplica el ritmo de los latidos. Sube el tempo mientras toca una Sinfonía De Hastío.

-Dinero... dinero... dinero... abogados, escribanos, policías, ladrones, putas, diarieros, todos devienen en y con el dinero. Es todo lo que quieren, no imaginan la vida sin los billetes. Matan y mueren por tenerlo. ¿Y quién está excento, Caín? ¿quién no lo necesita? Incluso nosotros, Inmortales, lo tenemos y usamos. Siempre supimos que es inútil. Pero aún así lo queremos.

-Podés tener lo que quieras. ¿Quién puede impedirtelo?

-Nadie puede darme lo que quiero. Nadie puede matarme. Ni siquiera vos.

-Verdad. Nadie puede terminar con tu vida, Lázaro. Fue su mandato. “Esperame, hijo mío, hasta mi segunda venida” o alguna mierda así debe haber dicho Nazareno. Y acá estás, dos mil años después, aún a la espera del muy cobarde.

-No llegará como ladrón en la noche...

-No llegará y punto. Pero no es su culpa. Luego de resucitar y ascender a los cielos Yaveh lo echó de una patada. A él y a María. El plan siempre fue extender esto hasta el aburrimiento. Luego aplastarnos y crear otro mundo.

-¿Pero el plan fue cancelado, verdad?

-En cierta forma. La ecuación cambió. Donde antes había certeza ahora hay incertidumbre. El único futuro fue borrado. Ahora hay miles, millones de desenlaces posibles para este universo.

-¿Por qué?

-El Soñador. Puso el curso de los hechos en manos de los hombres. Son libres. O lo serán pronto. Muy pronto.

-¿Seguro?

-Estuve ahí. No te miento. Nadie sabe qué ocurrirá al final.

Lázaro siente algo extraño. Se pone de pie. Arregla su ropa.

-¿Puedo morir?

-Nada está escrito, camarada. Nada está escrito.

-Quiero morir.

-Busca la muerte, entonces.

-Lo hice tantas veces... nada funcionó. Ella no quiere tomarme.

-Yaveh tenía un pacto con ella. Algunos no podemos morir. Pero él ya no importa. Quizás quiera negociar. Es una mujer de carácter fuerte, pero sabe escuchar.

-Tengo una oportunidad entonces.

-¿Vas a buscarla?

-Sí. Lo que el fuego y la horca, las profundidades del mar y los volcanes en erupción no consiguieron será logrado en este último viaje que ahora emprendo.

-Bien-murmura Caín, inseguro.

-¿Dónde puedo encontrarla?

-En muchos lugares. Ella está ahí donde algo muere, lo sabés. Pero tiene un hogar. Llamar a su puerta no es mala idea.

-¿Sabés la dirección?

-Claro.

-¿Y si no está en casa?

-No seas pesimista. Estará.

-¿Vamos juntos?

-Sí. Quiero verla. Tengo algo que decirle.

Bajan, con lentitud, del colosal edificio. Caín silva Aces High. Lázaro se pregunta si al fin podrá tener paz.

Pisan el pavimento de la gris ciudad del desamparo, la ciudad del silencio, donde nadie habla, donde todos son desconocidos. Caminan en la calida noche. Se internan por callejones desconocidos para el hombre-oveja, especie dominante de este mundo que se da la espalda a sí mismo. Escuchan un blues. Un saxofonista niega la productividad en un brillante orgasmo improvisado. Creatividad. Pasan junto a él. Lázaro arroja cinco centavos a la funda del instrumento, a modo de propina.

-Miserable-le dice Caín, con una sonrisa.

Se pierden, y encuentran, en los laberintos de Urbania, con rumbo a la muerte. Con rumbo al futuro.

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¿Madurar?

>> domingo, 1 de noviembre de 2009

“Y así Bruno pasó, por primera vez en su vida, la noche entera al lado de un moribundo. E intuyó que recién comezaba a ser un hombre, porque únicamente la muerte prepara de verdad para la vida; pues la muerte de un solo ser unido a uno con vinculos entrañables permitía comprender la vida y la muerte de otros seres, por lejanas que fuesen.”


Abaddon, El Exterminador - Sabato*

Terminé de convertirme en hombre. O eso parece. En la penumbra de una solitaria sala de hospital, donde lo único saludable era mi sinuoso cuerpo y la amable presencia de las noctábumlas enfermeras, contemplé a un hombre agonizar por un absurdo. Cirrosis. Hígado destrozado. Necrosis encefálica. Respirador artificial. Suero. Por alguna crueldad del universo el corazón resistía. Soslayando el valiente músculo que pese a todo cumplía con su propósito, no era más que una bolsa inflada y desinflada mecánicamente por un artefacto.

Pero soy injusto. No cumplí la triste labor solo, debo confesar. Ahí estaba mi madre. Ella no supo, y nunca sabrá, si me acompañaba a mí o si era yo quien, en un arrebato, la acompañaba a ella. Tuvo la mano de aquel hombre cubierta con la suya la mayor parte del tiempo. ¿Era un intento por retener en esta realidad algo que ya quiere marchar, o era un modo de decir “acá estoy”, otro modo de acompañar?

Nunca lo sabré. Ni creo que vuelva a preguntarmelo jamás. La mayor parte de los -eternos, inacabables- minutos fueron presididos por el silencio. Silencio de piedad, de resignación, el que precede al sepulcro.

Aguardaba la muerte del hombre que me compró mi primer whisky. Por momentos meditaba en la vida y la muerte. Cada tanto respondía a algún comentario de mi progenitora. Crucé algunas miradas compasivas con las enfermeras. Pero, por sobre todas las cosas, ansié la llegada del amanecer. Quería irme. Y lo peor es que no entendí por qué.

No sentí miedo. No sentí angustia, ni ira, ni me impresioné ante la mecánica respiración, ante la tos aguardentosa, ante la visión de la morfina que se le admistraba a cada segundo por via intravenosa. Sólo no quería estar ahí. Pero no iba a irme.

Peregriné un centenar de veces de la silla al piso y del piso a la silla. Caminé un poco. Leí algunas páginas de un libro que llevé conmigo.

Lenta, pero inexorable, llegó la alborada, el alivio. Tuvimos que dejarlo. Aún cuando estaba inconsciente, no queríamos que muriera solo. Pero había que seguir.

Volví a mi hogar. Dormí unas horas. Durante el día asistí a mi abuela. O eso creo. Me gusta pensar que la ayudé a prepararse mentalmente para lo inevitable. Mala cosa, una persona no debería enterrar a sus hijos. Pero ella tuvo que hacerlo.

Fue a verlo al hospital una última vez. Yo iba a pasar la noche en el nosocomio, por lo cual traté de tener al día mis asuntos. Pero no hizo falta.

Falleció a las 22.45 del jueves 29 de octubre de 2009. Tenía 55 años. Mi madre y una amiga de la familia fueron las dos personas presentes. No se lo abandonó.

Luego vino la parte complicada. Certificado de defunción. Sala de velatorio. Tramites. Documentación. Fotocopias. Subsanar errores de terceros. Retirar el cuerpo. Llamar a amigos y familiares.

Yo hice más de dos tercios del trabajo. De hecho, el certificado de defunción tenía errores cuando me lo dieron, así que tuve que volver al hospital a la una de la madrugada para que lo arreglaran.

A las dos de la madrugada estábamos las pocas personas que asistimos por completo a la ceremonia. Pasé la noche en una silla, con un libro en la mano. No leí ni una palabra, pero me sentía más seguro con Kundera cerca. No sé por qué.

Alrededor de las cuatro mi madre y yo cotemplábamos el cuerpo. No recuerdo que me decía. Mirábamos el rostro mientras ella trataba de trasmitir una idea. La boca, al igual que los párpados, estaban sellados (¿cocidos? ¿pegados?). Aún así, un chorro de sangre se abrió camino a través de las comisuras. Fue una imagen muy fuerte. Casi tanto como el hedor. Salimos corriendo a intentar higienizarlo con pañuelos y servilletas descartables. Pero no fue suficiente. Hablé con los responsables del lugar. Yo quería cerrar el ataúd. Ellos me dieron una alternativa: algodón y gasa.

Absurdo. Pero efectivo. Se lo limpió una vez más y se cubrió su boca. El episodio no se repitió. No sé cómo. Ni me importa.

Con los primeros rayos de sol salí a comprarme un sanguche que comí en la calle. A las siete fui a pactar un anuncio necrológico en una radio, porque la que nos daba el servicio (en FM La Voz, radio que odio) no satisfacía a nadie. Alrededor de las ocho empezó a llegar gente. Tuve que atenderlos, consolar a algunos, contener a otros, saludar al resto y aceptar unos cuantos “te acompaño en sentimiento” de gente que ni me acompañaba ni sentía nada remotamente similar a lo que latía en mi pecho.

A las once me rendí. Me acosté en una cama (sí, en la sala -dividida en varias áreas- había una cama) y dormí un poco. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde peregrinaron los rostros, los pesames, las condolencias y mis ganas de mandarlos a re-introducirce en los úteros de sus señoras madres. Estaba cansado.

A partir de las tres y media de la tarde el tiempo, maleable como siempre, comenzó a extenderse. Esas dos últimas horas fueron lo más duro. No dormía como corresponde desde el martes. No comía un alimento de verdad desde el lunes. Caminé, corrí y estuve de pie demasiadas horas. Mis piernas decían basta ya.

El martirio terminó cuando al fin cerraron el ataúd. Luego tuve que soportar la tremenda temperatura en la caravana de vehículos que se dirigían al cementerio. Unas mujeres rezaron. Yo me opuse. Mi madre no. Así que las plegarias se quedaron. Fui uno de los tipos que llevó el feretro hasta un estéril nicho en un muro de ladrillo. Justo tras de mí venía el otro anarquista de la familia. Tiene 73 años, no sé como aguanta. Pero aguanta. Y eso me tranquilizó.

Dejé un ramo de flores que alguien me dio. Y eso fue todo.

Me despedí de algunos y regresé a casa. Al fin había terminado.

La vida sigue.

Y parece que ya soy hombre del todo, aunque no me siento distinto ni en lo más mínimo.

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*Por favor, no confundir las tendencias políticas del autor citado con la esencia de la cita.

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