Culpa / Un Diálogo

>> sábado, 14 de noviembre de 2009

-¿Pero por qué mierda lo hice?-murmura en la penumbra.

La mujer, dormida, se da vuelta en la cama. Él está sentado al borde del mueble y preferiría que a sus espaldas no hubiera más que ese sempiterno vacío que lo persigue, que lo acosa y lo derriba, que lo sofoca y lo atormenta.

Pero no. Hoy el vacío no está a sus espaldas. Tras de él está la chica. Y el vacío en su interior.

Agarra su cabeza con ambas manos. Mira el suelo. Sostiene entre los dedos índice y mayor de la mano izquierda el cigarro, antes tabaco y papel, ahora ceniza.

-¿Por qué?-repite.

Un suspiro. Ella se da vuelta en la cama, una vez más. Él se gira. Quizás la despertó. La blonda melena le cubre el rostro. Mejor así, piensa. No quiere verla. No quiere estar ahí.

Se pone de pie. El pantalón. Las botas. La remera. Guarda en los bolsillos los pocos efectos personales que llevó al encuentro. Una billetera, un encendedor. Toma un papel y un bolígrafo de la mesa de luz. Garabatea unas palabras de despedida. Termina la nota con un cortez, pero hipócrita, “te llamo”.

Camina sin hacer ruido. Sale del dormitorio. Abre la puerta. Desliza la llave por debajo y toma el ascensor.

Una vez en la calle respira profundo. Camina bajo la lluvia veraniega. Podría tomar un taxi, pero es mejor así. Necesita ordenar sus pensamientos. El agua golpeando su rostro le ayuda a pensar. Son las dos de la madrugada. Es demasiado temprano para volver al claustro. Se detiene en un bar.

Otro rincón de la ciudad donde construir una barricada, piensa. Es oscuro y húmedo. Sólo la barra está bien iluminada. En especial el área donde descansa la caja registradora. Se sienta frente al barman, un tipo enorme y tuerto.

-¿Qué te sirvo, pibe?-le dice el hombretón.

-Whisky. Solo. ¿Se puede fumar acá?

-Esta noche sí-responde, sin mirarlo, mientras le da el trago.

Bebe con lentitud. Deja que el poderoso líquido queme su garganta. Le hace falta sentir el ardor. Fuma. Desde algún equipo de audio se escucha la voz de Steve Wilson. Buying New Soul.

Dried up, a guitar upon my knee
I should have sold out when the devil came for me
Dig a hole and throw it out to sea
Break the code, how happy I could be


Escucha la puerta abrirse una vez más, pero no le presta atención. Otro refugiado que huye de la lluvia o de la ciudad, otro corazón roto o, quizás, sólo otro alcohólico que sabe muy joven la noche como para arañar, ahora misma, las sábanas de su cama.

-¿Siempre solo vos?-le pregunta una voz a sus espaldas.

Suerte. Puta suerte.

Medio millón de personas en la ciudad y tenía que ser ella quien cruzara la puerta.

-¿Existen las coincidencias?-le pregunta mientras, con un gesto, pide otro trago al barman.

-Depende a quién le preguntés. Vos siempre vas a decir que no.

-Y vos siempre vas a decir que sí. ¿Como has estado, mujer?

-Cansada. Atareada. Y un poco aburrida.

Él la mira y le regala una mueca de fastidio. A ella no parece molestarle.

-¿Novia?-pregunta mientras se acoda a la barra, con el rostro directo a la salida.

-No.

-¿No tener novia?

-No tener la novia que quiero, en todo caso. ¿Importa?

-Un poco. Esperaba una llamada tuya.

-No tengo teléfono, lo sabés.

-Hay cabinas.

-No me gustan las cabinas.

-¿Te gusta algo?

-Dos o tres cosas... un buen whisky, por ejemplo.

Ella se sonríe y baja la mirada. El enciende otro cigarrillo y le ofrece el atado. Ella acepta.

I still wave at the dots on the shore
And I still beat my head against the door
I still rage and wage my little war
I'm a shade and easy to ignore


-Me siento como la mierda, Julieta-murmura.

-¿Ahora qué hiciste?

-Lo usual. Robé un tren, maté una docena de policías, incendié una iglesia, amenacé a un par de agentes de la CIA y, finalmente, puse una bomba en el pentágono.

-Lo que se dice una noche ocupada...

-Seh...

Él contiene un eructo y se apresura a pedir más alcohol.

-¿Tomás algo?-pregunta.

-Ya tomé mucho por una noche. Vos no deberías tomar más.

-Es apenas el tercero.

-Si llegás al quinto sabés donde vas a terminar...

-Sí, durmiendo en tu sofá, igual que la última vez.

Ella ríe. Ríe con ganas, aún cuando sabe, con total certeza, que es la verdad. Sin metáforas ni adornos, sin exageraciones ni omisiones: la verdad.

White wall, I had to paint a door
I always find that I've been through it before
Close it up and throw away the key
Break the code, how happy I could be


-Y bien... ¿vas a decirme quién es ella?

-¿Ella?

-Sí, ella. La que te puso así.

-¿Cual de las dos?

-Ah... era con ménage à trois la cosa.

-Nah... ¿segura no querés un whisky?

-Te dije que no. Escuchame, ¿estás jugando a dos puntas?-la voz de la chica tiembla un poco.

-No. Nunca podría hacer eso, lo sabés. Es decir, con una ya me cuesta...

-Sí... ¿entonces?

-Entonces... hice algo muy estúpido. Y no sé por qué lo hice.

-Vos vivís haciendo cosas estúpidas...

-Ajá...-dice él, molesto.

-No respondás así. No tiene mucho sentido pero es así.

-¿Y por qué no tiene mucho sentido?

-Porque sos una de las personas más inteligente que conocí en mi vida. No entiendo como es que hacés una boludes tras otra.

-Vos no me entendés...

-¿Y vos sí te entendés?

-¡Claro que no! ¡si me entendiera viviría mucho mejor!

-Más alto, un tipo en Canadá no te escuchó.

Él deja salir un gruñido.

-Estoy cansado, Juli-dice tras unos segundos.

-Todos lo estamos.

-No como yo...

-Siempre tan único y especial...

-¿Y? ¿acaso no es lo que ustedes me hicieron creer?

-Eso no importa ahora.

I woke up and I had a big idea
To buy a new soul at the start of every year
I paid up and it cost me pretty dear
Here's a hymn to those that disappear


Fuman lo que queda de sus cigarrillos en silencios. Escuchan la música. No se miran. Y cuando lo hacen no es como antes. No hay pasión, sólo el vago afecto de algo que debió ser pero que jamás será. Hubieramos sido una buena pareja, piensa él.

-¿Me vas a contar lo que pasa sí o no?-dice ella cuando se cansa de no hacer nada.

-Acabo de usar a alguien-comenta él, con pesar, tras un momento de meditación.

-Ajá...

-Quiero a alguien con quién no puedo estar. Así que salí a seguir mi vida, tras lamentarme un tiempo. Y...

-Y...

-Y eso... acabo de usar a alguien. Es horrible, e imposible de evitar, pensar en una persona que no está bajo tu cuerpo cuando...

-Sí... ¿vas a volver a verla?

-No creo.

-Te entiendo... lo que no entiendo es por qué te hacés tanto problema. ¿Ella siente algo por vos?

-No que yo sepa.

-Vamos... fue una noche.

-No entendés... no sé por qué lo hice.

-Seguís repitiendo eso.

-Claro que lo repito.

-Sabés por qué lo hiciste...

-No, no lo sé. Dejame en paz.

-Vamos...

-No soy de los que sufren la soledad.

-Ni de los que confunden sexo con afecto, lo sé. Te conozco hace mucho tiempo, ¿te acordás?

No responde. Pide otro whisky.

-¿Sabés como se sigue adelante?

-¿Caminando?

-Sí. Así de fácil: caminando.

-No quiero caminar. Afuera llueve y moverme en circulos no es lo mío.

-¿Qué estás esperando?

-Un milagro... creo.

-Cosa rara para un ateo, ¿no?

Él le sonríe. Empina el trago. Fondo blanco. Arde, garganta.

-¿Vas a tomar otro?

-No.

-¿Venís conmigo?

-Tu sofá no es para mí hoy. Creo que voy a caminar.

Ella se pone de pie. Quiere irse. Pero también quiere decir algo más.

-Hablá, mujer.

-Sos un masoca.

-Sí, eso dicen.

-No, te hablo en serio, sos un masoca. ¿Por qué te torturás así?

-Está en mi naturaleza, creo.

-¡Naturaleza mis ovarios!-dice, iracunda-¿cuantas veces hablamos de esto?

-Doce. Trece con esta, si decís lo que creo que vas a decir.

-Dejate de joder con el “si decís lo que creo que vas a decir”. Siempre decís eso. A todo el mundo. Y siempre te equivocás. Con todo el mundo.

-¡Bien!-exclama él-¡iluminame!

-Sos un masoca.

-Eso ya lo dijiste.

-Te carcome la culpa porque estuviste con alguien para cubrir el vacío que te genera no salirte con la tuya. Esa es la verdad. Ni amores imposibles ni revolución teóricas ni chicos muertos. Te duele no poder cumplir tus caprichos de renegado urbano, afecta esa imagen tuya de rebelde con causas. Ese es tu problema.

-No.

-¿No?

-¡No!

-Tengo razón y lo sabés.

-No, no tenés razón. Yo... la quiero.

Silencio. Julieta está aturdida.

-Eso nunca termina bien-dice cuando se repone.

-No es una de mis causas perdidas...

-¿Seguro?

-Sí. Es...

-Especial, sí. Digo... tiene que ser especial para que...

-Dejalo ahí.

Ella se sienta a la barra. Saca de su bolso un celular. Envía un mensaje de texto.

-Whisky-dice la joven al barman.

Él la mira, contrariado.

-Hoy dormís en mi sofá.

-Si llegamos.

-Si llegamos.

-No hace falta que hagás esto.

-No importa. Quiero hacerlo.

-Odiás el whisky.

-Ese no es motivo para no compartir penas. Además, cuando te de cuerda no vas a parar más.

-¿Darme cuerda?

-Sí... contame como es ella. Quiero saberlo todo.

-Bueno...

Y él comienza la narración. Retrata con palabras y gestos, con silencios y miradas, a su musa. Narra proezas del espíritu humano, hieráticas complicidades, omite lo que no debe ser repetido, pues le fue confiado como un secreto, mientras sus ojos brillan con la furia de un millar de estrellas en combustión.

La chica se emociona con cada detalle. Con cada pequeño trozo de distante realidad que llegue a su percepción a través del monólogo de su interlocutor.

Y el whisky y el tabaco se llevan la noche junto con la lluvia para dar paso al sol y a un calor asfixiante, hasta que los echan del lugar. Y en una plaza cercana continúan, vigilados por el terrible Tercer Ojo de Urbania.

La culpa incoherente de los corazones desorientados sólo puede ser mitigada al descubrir a un viejo amigo en el rostro de un congénere. Porque no hay culpa, merecida o inmerecida, que no provenga del interior, del vacío que deja la esperanza que debió morir. Y no hay dolor que no deba ser compartido.

Sólo tenemos la sombra de la comprensión para cubrir los pozos del tormento.

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