Las Cloacas de la (In)Seguridad

>> domingo, 26 de septiembre de 2010

1- Los Mecenas de la Secta del Gatillo

Nosotros, sociedad, hemos atestiguado hasta el cansancio el bombardeo de reduccionismos que la clase política utiliza para intentar explicar el fenómeno que llamamos INSEGURIDAD. Los dirigentes señalan con el dedo el fétido pozo del que ha surgido el demonio que posee a la sociedad, todos tienen sus falaces soluciones. Acá, la derecha, demanda bajar la edad de imputabilidad y endurecer los castigos. Acá, la izquierda, demanda “compartir la riqueza del mundo”, como si el último siglo no hubiese probado que el económico es sólo uno de los múltiples aspectos de la brecha que divide la sociedad en clases.

La diferencia se encuentra tan sólo en los matices. De los pseudo revolucionaros no-obreros a los tragasirios de misa diaria (enemigos del aborto pero amigos de la pena de muerte), todos insisten en minimizar las causas, derramar lágrimas de cocodrilo por las consecuencias y soslayar la verdad que se halla oculta tras el velo de la mentira de estado.

Lo cierto, lo evidente, es que el crimen no sufre un desborde, cómo sí ocurre en México y en Brasil, porque es regulado. La obvia pregunta es por quién. Y la (aún más) obvia respuesta es por aquellos que poseen el monopolio de la violencia pública legal. Sí, la policía, aparcero.

La policía cumple tres funciones esenciales no para la sociedad, sino para el estado. A saber:

A) Disciplina

El sector que sobra, los excluidos, Los Nadies, los que no tienen acceso a la educación, a la salud, al trabajo. Son criminalizados. Si antes la subsistencia era dura, hoy es imposible. Se los convirtió en el caldo de cultivo del crimen. Son los que no tienen derecho a nada. Y si tiempo atrás el pobre era al menos un obrero y, como tal, un necesario engranaje de la maquinaria, hoy ya ni siquiera eso es. Escoria, el desecho, el que no sirve para nada. Su única posibilidad de subsistencia es tomar lo que el mundo le niega desde la cuna.

B) Regulación

Las famosas “zonas liberadas” son producto de la regulación del delito. Los uniformados ponen las reglas del juego. Controlan las apuestas ilegales, la prostitución, la trata de blancas, el comercio de objetos robados, el tráfico de drogas. Son partícipes directos del proceso. Todo esto apunta a mantener el termómetro dentro de los índices aceptables. Lo contrario generaría una tercera fuerza hegemónica que compitiera con las corporaciones y el estado: las mafias.

C) Financiación

El presupuesto provincial para mantener en actividad a la fuerza es insuficiente. La participación en el delito, como reguladores, es el ingreso necesario para que los patrulleros puedan transitar las calles y las armas puedan ser disparadas.

Así, el estado posee una fuerza policial que mantiene a raya el crimen y se autofinancia. El modelo funciona a la perfección para sus propósitos.

¿Cual es el grado de responsabilidad de los funcionarios?

Ante tales afirmaciones oir a quienes se rasgan las vestiduras gritar a viva voz “No se puede generalizar”. Acá generalizamos. Y no es un capricho, la propia realidad lo demanda.

Existen dos formas de corrupción. Por acción y por omisión. Cada individuo que observa el problema y prefiere mirar hacia otro lado, cuando su trabajo es proteger al ciudadano, es un cómplice. Sin excepciones.

¿Es posible ser parte de la institución y no conocer sus cloacas? Sí. Durante el primer cuarto de hora. A partir del minuto 16 se atestiguan ya los primeros atropellos.

En la práctica, no nos engañemos, que un policía vea a su comisario traficar y no haga nada al respecto no es lo mismo que ver traficar a cualquier otro y adoptar la misma actitud.

Las vendettas intestinas no le permitirían continuar su vida con normalidad. Pero eso no lo justifica ni mucho menos.

Al final del día lo que tenemos es una institución corrupta. No ciertos elementos, no algunos individuos, sino una institución completa.


2- Sigue Al Líder


Según consigna Ragendorfer en su ensayo socio-político “La Bonaerense”, la mecánica psicológica empleada en el adoctrinamiento policial es una forma básica y primaria del adoctrinamiento de masas del nazismo.

Fromm, en “El Miedo A La Libertad”, explica que en Alemania se construía la mentalidad del sujeto de modo tal que aquel que no fuera un perfecto engranaje ario, tal como consignaba la visión del Fhürer, nada sería. En la policía bonaerense, como en la de las provincias demás provincias, todo comienza en el entrenamiento básico del individuo. Se vive inmerso en un sistema que da al ingresante la más baja posición imaginable dentro de la jerarquía: a duras penas le permite creer que es aún humano.

Llamarle “sanguijuela” al futuro funcionario y obligarlo a arrastrarse hasta los pies del instructor es algo normal. Y suave comparado con el resto de los actos que componen el Show Del Entrenamiento Para El Cinismo Postmoderno. A través de la constante denigración se pierde la dignidad, por lo que es realmente simple que la conclusión final de la víctima es que no tiene derecho a nada. Cuando finalmente, tras largas penurias, los hombres y mujeres egresan y alcanzan la tan ansiada obra social, el trabajo fijo, el sueldo a fin de mes, van a parar a distintas comisarías donde los peces gordos, poco a poco, les revelan la inmundicia que se guarda -no esconde, sino guarda- bajo la alfombra. Progresivamente, a base de pequeños favores (un auto a comprar en cómodas cuotas, un departamento que puede ser alquilado sin presentar garantías, etc.) las cúpulas ganan la confianza de sus subordinados y comienzan a hacerlos partícipes de sus negocios. El resultado es una persona que se corrompió sin tener consciencia de ello y que ve un benefactor en aquel que lo inició en la delincuencia.

Y quienes no se corrompen son incapaces de obrar en contra de los hechos. No pueden proteger al ciudadano. Cómo hemos explicado, son cómplices.


3- Se Viene El Estallido...


Ocurrió en el Bronx, NY, USA, ocurrió en Medellín, Colombia, ocurre en Argentina. El alto grado de exclusión de un amplio sector de la sociedad genera violencia extrema. Los que no tienen nada deben poseer algún tipo de patrimonio para subsistir. Al no poder abastecerse de bienes por las vías legales, incurren en el delito.

El crimen reporta beneficios económicos, cierto grado de status, respeto de algunos. En otras palabras, otorga un modo de inclusión que devuelve al sujeto al estado de PERSONA.

Según los indicadores oficiales, en las cárceles del país aumenta la presencia de mujeres de entre 50 y 60 años procesadas por tráfico de drogas. Son primerizas, no poseen antecedentes. Los tiempos modernos cada día dejan menos lugar para las viejas prácticas que ayudaban a subsistir a las mujeres solas ya entradas en años. En el siglo XXI, al parecer, es menos la gente que busca curanderas o pretende echar mal de ojo a algún enemigo.

Los sectores marginales se han transformado en una verdadera bomba de tiempo que no puede ser desactivada con planes trabajar ni asignaciones universales, que son paliativos pero no soluciones.

Así es como arribamos a lo acontecido pocos meses atrás en Bariloche. Represión al más pobre, brutalidad policial, fusilamientos y luego... una marcha a favor de la “mano dura”. Todo esto sucede con aval de las clases altas. Las mismas clases altas con las que la clase política se encuentra en connivencia desde tiempos inmemoriales. Con y sin Sociedad Rural.

Independientemente de los lobbys ante los que responde, el gobierno Kirchner, que en rigor de verdad es el menos nefasto de cuantos han pisoteado este país, saca un cero en materia de seguridad.

Al igual que todos y cada uno de los anteriores, milicada incluida. Las dimensiones reales del problema sólo se comprenden cuando se toma consciencia de la bifurcación del camino. Por un lado, todo puede seguir como está. Por el otro, estas fuerzas pueden decidir que ya no serán funcionales al gobierno e independizarse. ¿Qué sigue? Probablemente inversión legal de fondos obtenidos por medios ilegales. Porque de momento el dinero se lava, es decir, se busca un medio justificar su posesión. ¿Pero qué ocurriría si ese dinero pasara a financiar otro tipo de actividades e instituciones?

Retomemos el caso de las favelas en Brasil: ante la ausencia del estado los narcos satisfacen las necesidades de la comunidad en la que operan, donde viven sus clientes y soldados, ganando así un leal ejército.

¿Y si la mafia que controlara todo fuese una policía que no rinde cuentas al estado? ¿Qué tipo de leyes y regulaciones podrían ser implementadas? ¿Cuales podrían ser derogadas? ¿A qué grado ascendería la impunidad de unos y otros?


4. Que Prometeo No Pierda El Bondi


“Ellos mandan hoy porque vos obedecés”

Albert Camus.


Hay dos grandes verdades que deben ser dichas antes de abordar el cierre de esta nota:

HECHO UNO: La inseguridad es verídica. La exageración desmedida de los medios de comunicación también. Los índices son alarmantes, pero no críticos.

HECHO DOS: Como atestiguan los países que apelan a la “mano dura”, los castigos excesivos, la pena de muerte y la disminución de la edad de imputabilidad ni siquiera merman los índices de violencia. Resultan infructuosos y sus consecuencias son sólo más exclusión y brutalidad.

¿Cómo se crea una sociedad segura?

Educación + salud + integración + dignidad + equidad de oportunidades – policía sanguinaria y homicida = justicia. O, al menos, algo no tan violento.

El estado no va a cambiar las reglas del juego porque le resulta funcional. No hay políticas de prevención, como las propuestas en el párrafo anterior, porque eso no acarrea beneficios políticos.

Las vergonzosas condiciones cuasi inhumanas en las cárceles no serán solucionadas porque el inconsciente colectivo cree que el criminal debe sufrir mientras está privado de la libertad, en vez de comprender ese período como un modo de rehabilitación.

Los humildes seguirán siendo prescindibles para el sistema. Su vida seguirá valiendo menos que la bala que los mata, a decir de Galeano.

El único modo de solucionar esto es tomar las riendas de la carreta, nosotros, los afectados por el problema, a través de la ACCIÓN DIRECTA. Pero eso será material para un futuro artículo.


FUENTES

La Bonaerense (Rodolfo Ragendorfer | Carlos Dutil)
El Leviatán Azul (Marcelo Saín)
Veintisiete Años En Argentina (Yo Mismo)

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Nosotros

>> domingo, 12 de septiembre de 2010

Mi quinto libro al fin liberado. Con ustedes, NOSOTROS, la novela que no ganó el PREMIO EMECE 2010.

Sinopsis:

NOSOTROS es la historia de un regreso, como suele ocurrir en los textos de Diego Nieto. NOSOTROS transcurre en La Ciudad, como suele ocurrir en los textos de Diego Nieto. NOSOTROS está protagonizada por un tipo oscuro y violento, como suele ocurrir en los textos de Diego Nieto. NOSOTROS no incluye dioses ni demonios, mitos ni leyendas, a diferencia de lo que sí suele ocurrir en los textos de Diego Nieto. NOSOTROS es la historia de todos, es el acontecer de quienes, sin saberlo, hemos sido declarados enemigos de Ellos. ¿Y quienes son ellos? La ESCUADRA, una banda de neofascistas mitómanos dispuestos a todo para alcanzar unos objetivos que ni siquiera ellos tienen muy claros.


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UPDATE: 83 descargas en una hora... ya me da miedo :P

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Derrota

>> viernes, 10 de septiembre de 2010

A veces se gana (casi nunca) y a veces se pierde (casi siempre). Yo gané una sola cosa en mi vida: una pastafrola. En una rifa del jardín de infantes, en 1988. Y encima estaba quemada.

Todos DEBÍAN ganar al menos una vez, por eso me tocó. Y me tocó la peor de todas. Mi vieja -y las viejas de todxs los demás- hacían tortas copadas. La más chota fue para mí. C'est la vie, me dije. Algún día se tendrá en cuenta más que la moneda de la rifa y llegará mi hora.

Creí que la hora había llegado. Pues no. Participé en el premio EMECÉ con una novela que permanece ignota... y perdí. No hay premio. Ni mención. Y no figuré entre los finalistas.

Todo el tiempo, mientras escribía y mientras esperaba por el fallo, quise pensar que no iba a ganar. Así aceptaría bien en su momento la derrota, que es, en general, lo que me ocurre ahora.

Pero las cosas nunca son tan simples. En el fondo siempre albergué una esperanza (pequeña pero real). Quizás no el premio... pero ALGO. Me hubiese gustado al menos figurar entre los finalistas. Pero no. Resulta que soy de montón, al menos para Tununa Mercado, Martin Cohan y Fabián Casas, los jurados.

No estoy deprimido ni bajoneado. Ni siquiera triste. Pero... bueno, ya saben. Tenía fe. Sí, yo tenía fe en algo. Esto sólo refuerza mi vieja apreciación: la fe es irrelevante.

¿Será que es una buena novela la que presenté? Lo sabrá el diablo. A mí no me pregunten (a los jurados tampoco, por supuesto). Algo tendré que hacer con ese libro. Ya veré qué. Tendré que consultar. Si a alguien le interesa leerla, que se manifieste, resulta un poco frustrante tomarse tantas molestias (como diseñar portadas y armar el archivo pdf, que nunca es tan fácil como parece)para que nadie lo lea.

Me toca aceptar la derrota con la frente en alto. ¿Alguien me presta una escalera?

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Convergencias

>> lunes, 6 de septiembre de 2010

Decía José Pablo Feinmann, en su ensayo La Sangre Derramada, que uno de los grandes problemas contemporáneos en la lucha de los oprimidos es el desconocimiento de aquellos que transitan las mismas epopeyas en frentes distintos.

El piquetero que corta la ruta para defender su empleo sin auxiliar al docente en paro que defiende su sueldo. El docente en paro que no apoya al estudiante que toma un colegio en reclamo de mejoras edilicias. El estudiante que no defiende al piquetero. Un círculo vicioso donde distintas guerrillas combaten las nefastas actitudes de la hegemonía sin unificar fuerzas; sin comprender que su adversario es uno, como uno es el problema.

En el panorama actual el Hombre En Serie, ese, el que José Ingenieros llamara mediocre, se desentiende del Todo. No es de su incumbencia el destino de piqueteros, docentes ni estudiantes. Ni de inmigrantes, ni de villeros, ni de nadie que no sea él mismo. Es un indiferente. Le da igual todo lo que no le afecte de modo directo. Un producto de la globalización que tanto aterrara a Feinmann en su libro antes mencionado.

Pero por otros lares suenan los tiros. El filósofo publicó su obra en 1998. Un año antes de La Batalla de Seattle. Un año antes que los norteamericanos ganaran las calles para protestar contra la Organización Mundial de Comercio, un año antes de la eclosión del Movimiento Antiglobalización. A raíz del llamado de sindicatos, ecologistas, docentes, periodistas, feministas, anarquistas y algunos individuos sin mayor ostento de ideas que la pura consciencia y solidaridad, el pueblo (y esto no es retórica populista) pisó el pavimento y dejó oír su voz.

No se triunfó, pero se sentó un precedente. Desde 1999 hasta la fecha las convocatorias han aumentado progresivamente. Los activistas de distintos sectores comienzan a comprender que el problema de uno es de todos; que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, por usar un cliché.

Hoy Europa sufre las consecuencias de la globalización: la crisis económica. Y, como ayer, se busca un chivo expiatorio; y, como ayer, el responsable a juicio de los necios es el extranjero, el inmigrante, el gitano. El único que en el siglo XXI puede ser considerado El Otro, ahora que, al menos en teoría, hemos superado la imbecilidad del juicio de valor ligado a la raza, la clase y la sexualidad.

Y hoy Francia remite a 1944. La Francia Libre y la Francia de Vichy; los que pretendían aplastar a la sanguijuela nazi y los colaboracionistas. Nicolas Sarkozy se queja de los extranjeros y su pueblo se queja de él.

El fin de semana pasado hubo manifestaciones en más de 130 ciudades en defensa del oprimido. Y, como ocurrió en Seattle, se reunieron activistas de espacios distintos: gente de derecha, gente de izquierda, militantes por los derechos civiles, militantes por los derechos de los inmigrantes, socialistas, anarquistas, Amnistía Internacional, incluso cantantes, como Jane Birkin.

¿Por qué? Memoria, quizás. Tal vez el hombre comienza a comprender las palabras de Niemöller, atribuidas a Bretch: “Primero vinieron por los comunistas, y yo no hablé, porque yo no era comunista”. Hoy vienen primero por los inmigrantes. Y los nativos gritan, porque luego vendrán por ellos. O no.

Gritan por solidaridad. Gritan por el gobierno, responsable de la crisis, que pretende culpar al inocente por sus propios errores. Gritan porque vimos esto hace setenta años. Gritan para consolidar una sociedad inclusiva. Gritan.

Y acá el obvio, y necesario, paralelismo es la referencia al Matrimonio Igualitario sancionado en julio en Argentina.

Fue militado por homosexuales, sí, pero también por personas de izquierda, por activistas de toda bandera y, especialmente, por ateos. Porque en la vereda opuesta se encontraba la ignominiosa cúpula de la Iglesia Católica. ¿Cuando el ateo será sujeto de hecho para la ley, que no contempla su existencia en ningún documento y por ende no lo protege del mismo modo que sí protege a los practicantes de todos los cultos? Nunca, si no se limita la esfera de influencia de la institución católica, histórica arpía metida en cuestiones de Estado, soez manipuladora conservadora, que pretende limitar los contornos de la sociedad, entidad dinámica si las hay.

La suma del ateo a la causa del homosexual es necesaria. Es la misma situación vista en Francia el fin de semana. Y en Grecia durante los disturbios de mediados de año. Y en Génova en 2003. Y en Seattle en 1999.

Similar al Matrimonio Igualitario es la nueva ley que regula los medios de comunicación. No es necesario repetir lo antes dicho, pero sí hay una nota obligada de por medio: el enemigo tergiversa los hechos. Miente, inventa motivaciones irreales.

La vieja ley dictatorial fue una herramienta imprescindible para el control de Argentina por parte de Videla y sus correligionarios de la Secta de la Tortura. Hoy cae. Y no es un asunto menor, no atañe sólo a los obreros de los medios de comunicación. Quien se suma a su lucha no lo hace necesariamente por oficialismo, como afirman algunos. Se hace por consciencia.

Pluralizar las manos que manejan los medios (desde donde se construye el consenso; desde donde se vende ficción como realidad y hechos como fábulas) es imprescindible para ampliar las voces que se alzan. Todos los diarios, radios y estaciones de televisión son funcionales a quienes los sustentan económicamente, pero si ya no es un único lobby quien maneja la totalidad del negocio, si las distintas facciones pueden prepararse en condiciones de igualdad para el combate, nuevos puntos de vista, antes excluidos, pueden ingresar en la hegemonía y transformarla, al menos en parte. Porque lo que entendemos como realidad desde la concepción metafísica está dado por el consenso. Desde el concepto estético que hace de un par de tetas un BUEN par de tetas hasta la xenofobia.

Así las fuerzas afines comienzan a converger. Así se unifican los frentes. Así comienza a menguar el desconocimiento del otro.

Así el señor Feinmann puede estar más tranquilo. Quizás el panorama global en el futuro inmediato no sea tan oscuro como los agoreros vaticinan. No hay nada obligatorio en la historia, ya se ha dicho, pero sí existen agendas para determinados intereses. Intereses que tienden a explotar a los muchos para beneficio de unos pocos.

Hoy los muchos comenzamos a caminar juntos. Nos aguardan años interesantes.

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Capítulo II: Solve et Coagula

>> domingo, 5 de septiembre de 2010

Capítulo II

Solve et Coagula



3:39. La madrugada es fría. En las calles vagan, errantes e insomnes, los que insisten, con torpeza, en acompañar sus soledades. Hombres y mujeres curtidos por una realidad que, un día entre los días, les avisó que ya eran adultos, que los sueños no llegarán, que esta es su vida.

Cero camina, dubitativo, con rumbo a OLVIDO, un bar under donde se dan cita algunos espécimenes que necesita ver. Las progenies de la noche, demasiado pequeños para ser hombres, demasiado grandes para ser críos. Confundidos, sin identidad, manipulables. Y algunos que saben muy bien lo que hacen. Son estos los que tienen, quizás, las respuestas que busca.

En la puerta un individuo de dos metros finge ser el encargado de seguridad. Los brazos cruzados sobre el pecho, la expresión agresiva, mira al joven como miraría a una fosa séptica.

–Dejame entrar –dice Cero.

–No estás en la lista.

–Vos no tenés lista, Cerbero.

–No importa. Andate, Cero. Ya no sos bienvenido acá.

–¿Quién lo dice?

–Yo.

–Ya veo. Tengo algo que puede hacerte cambiar de opinión.

–Si intentás algo...

–Tomá –dice y le extiende un billete de cien.

–Los años te hicieron inteligente.

–Si así fuera, no estaría acá.

Cerbero da un paso a la derecha y permite el ingreso de Cero. Él se interna en la oscuridad, atraviesa las nubes de humo, es cegado momentáneamente por una veintena de luces de colores, empuja desconocidos en el trayecto, para abrirse paso. Contempla las mesas a los lados. No ve rostros conocidos. Camina hacia la barra. Ahí está Ágata, la anciana dueña. Se aproxima.

–Tiempo sin verte, mujer –saluda.

–Cero... –responde ella, fría, distante.

Él se sienta. Apoya los codos sobre la barra y entrelaza los dedos de las manos.

–¿Vas a tomar algo?

–Whisky.

La septuagenaria sirve. Él deja el dinero para pagar la bebida junto al vaso. Evita mirarlo a los ojos. Algo no está bien, piensa Cero. Guarda la botella y finge ordenar algo en el exhibidor.

–¿Me vas a dar la espalda toda la noche, Ágata?

–¿Para qué viniste?

–Para hablar.

–No creo que yo tenga algo que decirte.

–No sé. Por cierto, Cerbero no me quería dejar entrar. Tuve que sobornarlo.

–Espero que no lo hayás lastimado.

–Ya no le pego a la gente. Le pagué cien mangos.

–Parece que maduraste.

–No tanto como vos.

–Yo soy la misma de siempre.

–Tenés 72 años y te vestís como estas pendejas. No me jodás con eso.

Silencio. O algo que se le parece en un extraño modo. El lugar es atronado por una canción oscura y victimista de alguna banda compuesta por millonarios de Europa del este. Pero ellos dos no hablan. A la mujer le dolió el comentario. Quizás tanto como le duele el espejo. Quizás menos. Lo cierto es que la enferma.

–¿Qué buscás, Cero? No creo que hayás venido por mí.

–Respuestas. ¿Dónde puedo encontrar a Gurdjieff?

–Cerca.

–¿Todavía viene por acá?

–Está acá ahora mismo. Llegó hace una hora.

–No lo vi...

–No buscaste bien. Su mesa habitual está cerca de los baños de minas.

–¿Está acompañado?

–Siempre.

–Mejor.

Cero se pone en pie. Sólo ahora la mujer se vuelta y lo mira para hablarle. Ella siente un escalofrío recorrer su espalda.

–¿Por qué los buscás a él?

–Por Vanina.

–¿Vanina?

–Vanina, mi ex novia.

–¿Ah?

–Rubia. Metro sesenta. Iguana tatuada en el cuello.

–Buenas tetas y risa de caballo. La recuerdo. Ella fue... –Ágata no se atreve a terminar la frase.

–¿Fue qué?

–Nada.

–Decime.

–No, dejá.

–¡Decime!

–¡Ya te lo va a decir Gurdjieff!

–¡No me importa!

La anciana resopla y muerde su labio inferior, disgustada. Cierra los ojos por un momento. Luego, retoma la palabra.

–Fue Leah.

–¿Leah?

–Es el nombre con el que se la conoció después de... después de vos.

–Leah...

–Empezó a usar ese nombre mientras estaba con Gurdjieff.

–Leah...

–Sí.

–Está muerta.

–Lo sé.

Cero cierra los ojos. A Ágata no le importa. Quizás sólo a él le importa lo suficiente como para buscar una respuesta. Aprieta el papel en su bolsillo, la esquela que ella le dejara. Inspira profundo el tóxico aire del bar y, sin mediar palabra, camina con rumbo a los baños.

Ahí está Gurdjieff, acompañado por dos chicas de unos veinte años. Él no le habla. Toma una silla
cercana y la acerca, la da vuelta y se sienta con los brazos sobre el espaldar.

–Cero. Tanto tiempo –saluda, risueño, el individuo.

–No te hagás el simpático.

–Soy simpático. ¿Ya no te acordás?

–Preferiría no recordarte.

–Yo también te extrañé.

–Dejá eso. Tenemos algo que saldar.

–¿Te debo una cerveza o algo?

–Vanina.

–¿Quién?

Cero gruñe. Enseña los colmillos. Algo, profundo en su interior, comienza a arder. El rencor y la impotencia comienzan a adueñarse de su cuerpo.

–Leah –murmura.

–Ah... la chica del Magus.

–¿Magus?

–Sí. Una historia triste. Estuvo una temporada conmigo antes de irse con él. ¿Fue novia tuya también, no?

–Yo te la presenté, pelotudo.

Silencio. Las dos acompañantes de Gurdjieff se miran, confundidas. Entienden que están donde no deben, que sobran en esa mesa. Pero no se retiran.

–¿Viniste por eso? –pregunta Gurdjieff tras reponerse de la impresión inicial. No recordaba haber visto a Cero acompañado por alguna otra mujer.

–Sí. Y no.

–¿Sabés cómo murió?

–Tengo una idea.

–Vení. Vamos a tomar aire. Acá no se puede hablar.

Se incorpora y camina hacia la salida. Cero lo imita. Ya en la vereda los dos hombres fuman, como preámbulo a las tempestades que vendrán. Un clavo en el ataúd, para acercar un paso más la muerte, para comprender su naturaleza. Porque los hechos fueron tan atroces, tan macabros, que sólo aquellos que saben cercano el fin podrían imaginarlo.

–Decime lo que sabés –murmura Gurdjieff en la solitaria penumbra de la madrugada metropolitana.

–Violación seguida de asesinato.

–Sí. En pocas palabras, sí. Pero es mucho más profundo, Cero. Tenés suerte de no conocer el asunto.

–Explicate.

–¿Seguro?

–Sí.

–Nadie sabe el momento exacto, ni el lugar exacto, pero fue hace poco y cerca. Al menos cuatro hombres, aunque nadie sabe sus identidades. Fue lento, amigo mío.

–¿El asesinato?

–Todo. Antes de verla por última vez habló con algunas personas. Dijo que iba a irse, aunque no dio muchos detalles. Se preparaba para un ritual.

–¿Ritual? ¿Seguís con eso?

–Lo mío era humo y espejos. Lo sabés.

–Sí. Trucos de cuarta para impresionar minitas.

–Lo del Magus no es así. Es mucho más hardcore.

–¿En qué sentido?

–No se conforma con un polvo, Cero. Ese tipo necesita más. Siempre necesita más. Es peligroso.

–Dejá de dar vueltas.

–No quiere admiradores ni amantes. Quiere esclavos.

–¿Los consigue?

–Sí. No es efectivo con todo el mundo, pero en general se sale con la suya. No era un espectaculo agradable ver a Le... a Vanina con ese tipo. La sumisión... es indescriptible. En los últimos tiempos ella hacía cualquier cosa que él le ordenara. Cualquier cosa.

–Creo que entiendo –murmura Cero, mientras su mente se puebla de imágenes que preferiría no contemplar.

–No, no entendés –corrige el otro.

–¿No?

–No. En una ocasión la obligó a sacarse la pollera delante de todos acá a la salida del bar... –dice y se detiene, a la espera de una señal para continuar o no por parte de su interlocutor.

–Seguí –gruñe Cero.

–Le dio una botella de cerveza...

–Decilo, estoy preparado.

–Una botella de cerveza... no se sacó la tanga, la corrió nada más. Y...

–Y...

–Y la hizo me... orinar dentro. A la vista de todos. Después le ordenó que se lo tomara. Ella intentó, pero no pudo pasar el primer trago, vomitó en el instante. El Magus se enojó y le vació el contenido en la cabeza. Agarró la pollera y se fue. La dejó así en plena calle.

–Ella no sería capaz de... –comienza a decir Cero pero es interrumpido.

–No era la misma persona. Al final, no era la persona que conociste. No era la misma persona que estuvo con vos y conmigo...

Silencio. Cero aprieta los puños, iracundo, furioso. Baja la vista. Cabizbajo, intenta reprimir una oleada de ideas que acuden a su consciencia. Todos los “y si...” posibles transitan su cerebro.

–Viniste acá por una desconocida –sentencia Gurdjieff y su voz es ceniza que se esparce en la brisa de una madrugada que agoniza ya en la proximidad del amanecer.

–Puede ser.

–Es.

–¿Importa?

–Debería. Espero que no querrás saber más.

–Tengo que saber.

–Me lo temía. Lo que te aguarda es la oscuridad, Cero. Date la vuelta, seguí ahora. Olvidate de esto. Vanina ya no le importaba a nadie porque ella así lo quiso. Se desligó de todo afecto por los demás.

–¿Por todos?

–Excepto por el Magus.

–Ya veo. ¿Dónde puedo encontrar a ese tipo?

–No querés verlo.

–Sí quiero. Decime.

Gurdjieff suspira, resignado. Odia que alguien quiera vincularse con el Magus y se odia un poco por lo que va a decir.

–Él y su círculo ocultista vienen de tanto en tanto por acá, pero si querés verlo pronto no te sugiero frecuentar el bar. Lo seguro es encontrarlo en su orden esotérica.

–Ah, era con institución formal el asunto.

–Algo así. Se llama “Orden de los Ancestrales Misterios Thelemicos”.

–¿Thelemicos? ¿Cómo la Abadía de Thelema?

–Sí, le gusta Aleister Crowley. El edificio está en calle Rivadavia 1045. Lo vas a reconocer, tiene una placa en la pared con el nombre de la orden.

–Ya veo.

–No lo subestimés, Cero. El Magus es peligroso.

–No me tomo muy en serio que digamos a un tipo que ni siquiera usa su nombre de verdad.

–¿Y acaso alguno de nosotros lo hace? –pregunta Gurdjieff.

–Vanina lo hacía –murmura Cero.

Ya no hablan. Se paran uno junto al otro y observan el horizonte. Los primeros rayos de sol se derraman sobre el paisaje urbano. Es la señal que la gran bestia de cemente y concreto aguardaba para detener unos engranajes y activar otros. La ciudad despierta. Poco a poco quienes pueblan esta cruel civilización vagarán por el fabuloso Continente Gris, en busca del pan de cada día. Cero, por su parte, olvidará todo aquello relacionado con la vida. Comienza su búsqueda de La Parca; comienza su búsqueda del Magus.

Una tormenta se aproxima.

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