Los Silenciosos (6/7)

>> martes, 14 de julio de 2009

Los Silenciosos

6. El ritual


Apostado en un bar vigila por la ventana el movimiento de gente. En efecto, ve muchos guardias. Será difícil entrar. El desfile de autos importados es constante. Hay mucha gente de poder involucrada, o eso parece.

Cerca de la medianoche pone en marcha su plan. Camina unas cuantas cuadras en dirección al este y luego regresa. Se acerca a uno de los altos muros, buscando alguna evidencia que delate el sistema de seguridad. No la encuentra. Trepa la pared y se cuela en el enorme fondo. Salta de sombra en sombra hasta el guardia más cercano. Cuando está en posición se abalanza sobre él y le pone en el rostro un pañuelo impregnado en cloroformo.

Le quita el arma y busca la entrada que debe haber en el lugar. La encuentra, pero hay dos guardias cerca. No tiene mucho tiempo y lo sabe. Pronto alguien se preguntará por el sujeto que dejó inconsciente. Desesperado se acerca cuanto puede y salta sobre ellos, reventando una cápsula de fenobarbital en el pecho de uno. Cierra los ojos y se cubre nariz y boca. No inhalará el peligroso barbiturico.

Caen fuera de combate en fracciones de segundo. Oculta sus cuerpos tras unos árboles y se decide a ingresar a través de la portezuela.

Camina agachado, sin que sus pisadas alerten a ningún potencial oyente. El lugar es ominoso. Es grande y tiene varias dependencias, todas las paredes están pintadas de negro y la única luz proviene de algunas velas que sólo hacen más fuerte la penumbra. Escucha a dos personas hablando tras una de las puertas del lugar.

-El sacrificio de esta noche es importante. Será el cierre del ciclo.

-Lo sé. Detinjst-Inertan despertará pronto.

-Nimrod en persona seleccionó y purificó a los siete de hoy.

Siete, piensa Varg, mientras la ira recorre su espalda junto al frío sudor que se ha materializado desde ninguna parte.

-Señores-escucha a una tercera voz-el Magus ha dado la orden de meditación solitaria. Acudan a sus espacios privados.

-Gracias, ahora lo haremos.

El joven, al escuchar unos pasos acercarse, apaga con los dedos la flama de una vela y se dirige a un rincón. Se esconde tras una caja de madera. Alguien entra. Viste una túnica negra y una máscara extraña, similar a la cabeza de un macho cabrío.

El sujeto se arrodilla y murmura unas palabras ininteligibles. Varg salta sobre él y lo noquea en un segundo. Ahora conoce a Los Silenciosos. Y no está impresionado. Al menos no por sus capacidades ofensivas. Ya no parecen una organización cuasi-omnipotente, como los imaginó antes. O quizás Salieri tenía razón. Tal vez él es un guerrero rodeado por grises y mediocres empleados bancarios.

Mete el cuerpo tras la caja que antes usó a modo de escondite. Le quita la túnica y la máscara. Las usa para disfrazarse, para verse como uno de ellos. Deja en su rostro un paño bañado en cloroformo. No despertará.

Se arrodilla en el centro de la habitación y espera. Un minuto. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Al sexto, la puerta se abre. Un tipo enorme con una uzi en la mano le habla.

-Vamos. Debo escoltarlo a la sala.

Reconoce la voz. Es la tercera que escuchó antes. Se pone de pie y asiente. Sigue al sujeto a través del enorme sótano hasta un ambiente mucho más grande que los anteriores, donde una congregación aguarda. Todos con túnicas negras. Todos con máscaras que rememoran animales.

En el centro hay una tarima con una mesa roja. Seis velas alumbran el epicentro del lugar. Varg se mezcla con la gente, trata de pasar inadvertido. Un individuo, vestido con una túnica blanca, sube a la tarima y se para a la izquierda de la misma.

-El gran magus ha arribado-dice en voz alta.

Los demás se arrodillan. El guardia de la uzi se marcha. Otra persona, esta con una túnica roja, sube y ocupa el centro.

-Hoy es un día especial, hijos míos. Hoy consagraremos al silencio siete criaturas. Su sangre lavará los pecados del Ruido, para honrar Aquello Que Nunca Será. Como una vez lo hizo Armand con los trece sacramentos, complaceremos acá a Detinjst-Inertan, por la gloria y la resurrección en vida. Traiganlos.

Siete hombres, muy similares física y estéticamente a Los Silenciosos que Varg conociera antes, traen a siete niños. A simple vista pareciera que sus edades son descendientes. El más grande debe tener seis años. El más pequeño es apenas un recién nacido.

-Han sido purificados durante la última semana-retoma la palabra el magus-. Los purifiqué yo, con el auxilio de veintiuno de los más cercanos a mí. He exorcisado de sus cuerpos ese demonio llamado inocencia, los marqué para siempre, con mi saliva y mi calor, con mi sangre y mi semen. Ahora es tiempo de concluir el rito, hijos míos, que comience la ceremonia.

-Ah'lyo, Detinjst-Inertan-responden a coro los presentes.

Suben al niño mayor a la mesa y lo atan de pies y manos, estaqueado. Llora y grita, se retuerce, presa del dolor. El sonido parece excitar a los miembros del culto.

Están disfrutándolo, piensa Varg, tras la máscara de macho cabrío.

-Ah'lyo, omnimure, Ah'luo, Ah'iul, Ah'iul, Zatnna marca ad, ad, Ah'luc-dice quien preside la monstruosidad. Toma un cuchillo. En la penumbra brilla el filo del arma, casi como una burla a La Humana Razón.

Todos saben -anhelan- lo que ocurrirá. Quieren saborear la sangre. Varg sabe que ha llegado el fin, pero no le importa.

-¡No!-grita y saca un revolver. Dispara directo al Magus, pero falla. Horrorizados, los demás se apartan de él y comienzan a llamar a los guardias, entre gritos de ira y desesperación, de furia y miedo.

Vacía el cargador contra los más cercanos antes que entren los guardias.

-¡No lo maten, lo quiero vivo!-grita el magus.

Logra asesinar a dos con las manos desnudas para cuando lo reducen.

-Vos debés ser... ¿Varg?-le pregunta el líder.

-Sí. Y vos debés ser Nimrod.

-Sí... ya nos conocemos, al parecer. Quítenle el hábito.

Los guardias obedecen. En un descuido el joven logra desnucar a uno de un golpe. Todos saltan sobre él.

-¡No lo maten!-exclama el magus.

-¿Y qué hacemos con él?-pregunta un guardia.

Tras un segundo de meditación Nimrod responde.

-Llévenlo a un vehículo de traslado y aguarden ordenes.

-¿Qué ocurrirá con la ceremonia?-pregunta uno de Los Silenciosos a su gurú.

-Se realizará, pero será privada.

-Gran Magus...

-No digás nada. Esto debe ser resuelto. Y lo que debe ser hecho no puede ser presenciado por ustedes.

Varg es atado de pies y manos y arrojado al interior de una camioneta. Espera, inmóvil en la sombra, durante casi una hora. Luego escucha como alguien sube al vehículo y enciende el motor. Comienza el trayecto. No siente miedo, aún cuando sabe lo que le espera. No tiene sus armas, no tiene modo de defenderse ahora.

Es su final. Lamenta no poder hacer nada por los siete niños.

Es plena madrugada. Ya bastante lejos de la ciudad se detienen en un cruce de caminos, en una esquina compuesta por calles sin pavimentar; en un lugar olvidado por la civilización. Sin progreso ni esperanzas.

Abren las puertas, le desatan los pies y lo hacen caminar. Lo paran debajo de un ombú. Le ordenan arrodillarse. Él ignora las palabras.

Pronto, aparecen dos vehículos más en el horizonte. Cuando llegan a las cercanías, del primero descienden unos guardias con los niños y del segundo el Magus con cinco de sus consortes.

-Varg. Ian Varg-murmura tras ponerse de pie frente a él-¿qué pretendías lograr entrando a mi casa a los tiros?

-Volarte la cabeza.

-¿Sabés por qué no lo conseguiste?

-Nunca fui buen tirador.

-Estoy protegido. Infancia es mi escudo y mi sangre, mi vida y mi muerte. No comprendo como es que llegaste hasta acá vivo. Pero remediaremos eso. Arruinaste nuestra ceremonia. Ahora tendrás que repararla.

-Jodete.

-¿Sabés por qué te traje acá?

-¿Te gusta el paisaje?

-Este lugar es poderoso. Muchos niños han pasado a residir en el seno de Detinjst-Inertan junto a este ombú. Necesitaremos de la energía que guarda esta tierra.

El magus esboza algo similar a una sonrisa.

-Traigan al primero-dice y un guardia obedece. Lleva al niño mayor junto al ombú y lo ata con una cuerda al tronco, a la altura de la cintura.

-¿Qué mierda vas a hacer? ¿por qué no nos matás a todos y ya?

-Hay ciertos pasos a seguir. Los siete deben ser desangrados, mis consortes y yo debemos beber su sangre, para empezar. Lo que debe ocurrir luego no es de tu incumbencia. Tu actitud trastornó nuestros planes. Por eso, ahora, deberás ser partícipe. Deberás ser el que empuñe la daga.

-No voy a ayudarte. No voy a matarlos.

-¿No vas a cooperar?

-Nada en la tierra hará que lastime a un crío.

-Siempre existe algo capaz de obligar a un hombre, Varg. O eso me dijo tu amiga, La Pata De La Silla De La Verdad.

Gruñe, buscando con la mirada el modo de conseguir una bala en la cabeza ya mismo.

De pronto, la temperatura cae cual águila en furiosa cacería. La oscuridad se hace más fuerte. Las estrellas en el cielo parecen desaparecer mientras la luna se torna carmesí. Desde ninguna parte una niebla comienza a cubrir el mundo.

-¿Que..?-murmura el magus, sin atreverse a terminar la frase.

Se escucha un lamento, lejano, distante, como el murmullo del rumor de algo que le sucedió a un nonato en otra vida.

Un llanto. Un llanto desconsolado, agónico, nuevo y antiguo a un mismo tiempo. Una llamada. El frío hiela los huesos de todos; de todos excepto los de Varg. Su cuerpo es una llama en medio de las tinieblas del alma. Su corazón es fuego. A través de sus ojos contemplan la escena un centenar de héroes tragados por las fauces del tiempo.

Un grito. El aire lo transporta desde el más allá, desde una realidad soslayada por la ciencia, desde el hogar de las divinidades. Tiemblan los cobardes mientras el valiente se transforma en un titán.

Entonces ocurre. La primera silueta, investida en luz, se hace presente. Es un crío.

-Vos-murmura la inmaterial voz.

-Vos-agrega una segunda voz.

-Vos... vos... vos...-dicen docenas, cientos de voces. Voces infantiles, quebradas, la sombra de lo que fue y ya nunca más será. Lo que no pudo ser.

-Ustedes-dice Varg, casi poseído.

Se pone de pie. Tiene la fuerza de Hércules. Rompe las ataduras sin esfuerzo. Es un Aesir, mide cien metros de alto, o al menos así se siente. A su diestra ve caer a lo guardias. Han muerto de pie. Y a nadie jamás le importará.

Las siluetas danzan a su alrededor, como chispas emergiendo de una fogata. Un aullido quiebra en mil pedazos la fría noche. Los gritos comienzan. El martirio es terrenal y metafisico, es una vendetta incomprencible. Un homicidio en el mundo espiritual.

Los consortes arden en un fuego frío, tan frío como la muerte y tan oscuro como el vacío. Ve a los espectros correr a su alrededor, como jugando a las escondidas, derramando la sangre, negra, corrupta, que fluye por las venas de Los Silenciosos, mientras alguien les da la espalda a todos, con el brazo sobre el ombú y la cabeza sobre el antebrazo, gritando en voz alta una cuenta regresiva hacia la eterna perdición.

Algo está consumiéndolos por dentro.

El magus, a gatas, va a hacia el cuerpo de uno de los difuntos guardias. Recita una plegaria a su dios en una lengua extraña. Se hace de un arma.

-Detené esto, Varg... no sé como lo estás haciendo, ¡pero detenelo!

-No soy yo-responde el muchacho.

Lo que ocurre se presenta ahora con total claridad ante los ojos de los presentes. Niños. Niños con antorchas y cuchillos, con piedras y palos, con alambres de púas y cierras.

Las bestias de la infancia han sido liberadas. Varg siente algo en su pecho. Un luz lo golpea. No escucha nada, pero oye la voz, siniestra, maléfica, hablando no a los presentes, sino al lugar.

-Has hecho tu trabajo. Nos trajiste ofrendas, almas que hemos convertido en nuestros guerreros. Guerreros que ahora se alimentan de tus huestes. El círculo está cerrado. Por tu buen servicio, te permitiremos vivir. El día de tu muerte serás la cena de mis soldados, al igual que todos aquellos que te sirvieron.

Todo lo antes ocurrido sucede de nuevo, pero a la inversa. Las llamas y los espectros, la niebla y la oscuridad retroceden. Arden una vez más las estrellas en el cielo y la luna se torna medallón de plata en las alturas.

El mundo vuelve a ser mundo. Varg, anonadado, comprende esto cuando escucha llorar a los siete niños. Están sanos y salvos. Los guardias y los consortes, los choferes y sus acompañantes yacen muertos alrededor.

Ahora sólo están él y el magus.

Se sienta, exhausto. Enciende un cigarrillo.

-No sé qué pasó... pero ahora estás sólo, hijo de puta. Y creo que voy a cobrarme todo esto en cuanto termine de fumar.

Siente el metal en su cabeza. Eleva la vista y ve a Nimrod empuñando el arma de uno de los guardias.

-Genial... lo único que me faltaba-murmura, muy cansado para sentir frustración.

-Me usaron... él me usó... y a vos también... somos sus marionetas... te hizo dar cada paso para llegar a este punto... para tener su ofrenda... fue todo mentira... no iba a darnos nada... nos creo como su culto para que le diéramos a sus soldados... y ahora nos recicla como alimento barato... mano de obra barata, Varg, ¿lo entendés? Soy como como fueron Sargón y Samsu fueron antes que yo.

-Jodete, puto.

-No, jodete vos. Vos te vas antes que yo. Ojalá se atraganten con tu maldita alma.

Estalla un disparo. El rostro de Varg se cubre de sangre y sesos. El cuerpo del Silencioso se desploma, con el arma aún fría en la mano.

-Deus ex machina-murmura el joven, perplejo.

-Salieri ex machina-le responde su camarada.

El demente, revolver en mano, se le acerca.

-¿Vos... qué hacés acá?

-¿Yo? Estoy loco. ¿Cual es tu excusa?

-¿Cómo saliste del hospital? ¿cómo llegaste hasta acá?

-Rompiendo puertas, caminando y manejando.

-¿Sabías..?

-No. No sabía qué ocurriría. Sólo lo intuí. Y vine a rescatar al héroe, como buen Sancho Panza. Ya estuve acá antes, cuando ellos me mataron. Llevo un día vigilando el lugar.

-¿Qué es lo que pasó?

-Creo que acabamos de encontrarnos con Detinjst-Inertan, en persona. O algo parecido. Vos comprendés.

-Ojalá... ya me lo explicarás luego. Tenemos trabajo que hacer.

-¿Mantener a los enfermeros del Ingenieros?

-Llevar a estos chicos a... donde sea que estén a salvo.

-Acabo de darme cuenta de algo.

-¿De?

-Enfermero rima con Ingenieros. Ah, y tengo un revolver.

Varg respira profundo. Contempla la luna en el cielo. Se dice que luego buscará una explicación racional para lo ocurrido. Por lo ponto, bendice la locura.


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