¿Por qué escribo sobre putas?

>> viernes, 1 de enero de 2010

En este primer artículo de 2010 pretendo preguntarme algo que no tengo claro ni por accidente y que, sin embargo, condiciona todo mi trabajo. O casi todo mi trabajo.

¿Por qué escribo sobre putas?

Nótese que no llamo putas a todas las mujeres, sólo a las que ejercen la prostitución, y que, definitivamente, no utilizo la palabra como un insulto machista. He de reconocer que me gusta como suena, por cierto, y que por eso la prefiero a sus mil sinónimos.

Algunos días atrás comentaba este asunto con mi amiga Eklectica.

Yo: ¿Te das cuenta? ¡siempre escribo sobre putas!

Ella: Sí, lo he notado.

Yo: ¿Y?

Ella: ¿y qué?

Yo: ¿No te llama la atención?

Ella: Sí, te digo que lo he notado.

Yo: ¿No te parece que soy un escritor machista?

Ella: Voy a pensar que sos un escritor machista cuando digas que las mujeres tienen su lugar sólo en la cocina.

Yo: Me quedo más tranquilo...

Como Eklectica, imagino que la mayor parte de mis lectores habrán notado mi tendencia a escribir sobre prostitutas.

Putas deplorables (La Mujer Desnuda, en Confesión), putas adorables y temibles (las de 30 de febrero), putas inconfesas (en Las Huellas del Olvido), putas menores de edad (en El Refugio Interior), putas divinidades (en Sueña Conmigo) putas por coacción (en Eclipse). Putas, putas y más putas.

Tengo una fijación con quienes venden sus cuerpos. O una obsesión. Aún no lo tengo claro.

¿Pero por qué?

Las prostitutas son fascinantes. Lo han sido en todas las eras. Desde las putas bíblicas, dos milenios atrás, hasta las putas VIP (Very Idiot Person) que acompañan a presidentes y ministros, empresarios y mafiosos.

El hombre, como género, no tiene derecho a la felicidad en la vorágine que caracteriza este malnacido siglo XXI. El hombre tiene derecho a la ostentación cuando ha conseguido poder aunque sea en un grado ínfimo. Y cuando no lo ha conseguido tiene derecho a buscarlo.

Así, revistas como Hombre, Maxim y sus correligionarias en el culto al todopoderoso Dios Dinero, venden relojes, yates, autos exclusivos y, como no, mujeres. Pero no mujeres cualquiera. Nunca una intelectual con anteojos, nunca una científica, nunca una Rose Luxemburg o una Louise Michel. No. Venden cuerpos televisivos, encumbrados en la cima de El Capital por la gran herramienta creada por los mejores cazafantasmas del mundo: photoshop, un software íntimamente ligado a los métodos de control del Big Brother.

Sos más hombre mientras más minas te cogés. Y tienen que ser ESTAS minas. No otras. No las intelectuales, científicas o revolucionarias de las que hablé antes, para nada, esas están bien para los frikis escritores anarquistas incapaces de cambiar el curso de los hechos (pero capaces de triturar tus huesos sin mayor esfuerzo en una pelea mano a mano).

Si no podés tenerlas, está bien. A fin de cuentas, como los Mercedes Benz y los BMW, son exclusivas. Te excluyen a vos, puntualmente. Pero el generoso Dios Mercader te permitirá verlas, por una módica suma.

Y ahí están, insinuando. No las tocás, pero aún así venden sus cuerpos a nuestra lascivia. Son las meta-putas. Y nosotros la prole-cliente. Un poco lumpens en nuestra actitud, somos capaces de soportar El No-Ser televisivo, como le llamaría mi amiga Melisa, sponsoreado por Jorge Rial y sus amiguitos vacía-cerebros. Y lo soportamos por ver esos tremendos pares de tetas.

Siliconas, la vacuna contra el rechazo social, dijo Galeano y yo le robé.

Para inmunizarnos en cierto grado, es decir, para ver las tetas sin aguantar a Rial, podríamos acudir al porno pirateado. Sin guerra de vedettes, sólo siliconas. Siliconas y más siliconas. Sin aguantar a alguna drogadicta con su historia de vida. O no-vida, para ser exacto.

Estas mujeres son el centro de la atención. Y mientras tanto las otras, las que hacen la calle, son relegadas al olvido. No conocen el glamour, pero sí los excesos. No conocen el champagne, pero sí el paco. No conocen la admiración de cientos de tipos que se masturban viendo sus cuerpos semi-desnudos impresos en páginas que terminan pegadas con semen, pero sí las palizas gratuitas de una banda de sádicos inadaptados que liberan sus frustraciones a través de la violencia. Y que se entienda: soy muy amigo de liberar la frustración a través de la violencia, pero creo que debe golpearse a los culpables, como por ejemplo la policía, no a una mujer que trata de sobrevivir como puede en esta realidad adversa que trae a nosotros la cortesía del Dios Tener.

Creo que por eso escribo sobre putas. Porque alguien debe recordarlas. Rial no va a tenerlas en cuenta. Yo sí.

¿Y?

Ah, sí, tengo que cerrar el artículo.

¡Odio todo esto!

2 Huellas:

Anónimo,  4 de enero de 2010, 16:36  

Jajaja, Buena lobo

Anónimo,  20 de enero de 2010, 23:35  

vaya...

todo un open your mind


(siramek)

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