Algunos...

>> domingo, 10 de octubre de 2010

Algunos, mientras más rebeldes se muestran, más sumisos son.

La palabra SHOW es una voz anglosajona. Significa, literalmente, MOSTRAR. O, para ser exacto: EXHIBIR.

Es bien sabido que la pintura en una galería se exhibe, visto que es una obra de arte y su objeto es permitir la contemplación de todo aquel que no sea su creador. Lo mismo ocurre en los escenarios, con la música en vivo. O al menos eso nos hacen creer.

Incluso los productos en las góndolas de los supermercados. Son formas de existir. No las únicas posibles. Podemos imaginarnos otras. De hecho, existieron otras. Ningún tractor se exhibió en Moscú en 1950.

¿Pero qué pasa cuando el producto es el ser humano? Pasa… el siglo XXI. Ahora no son sólo las putas en la esquina, o en las vidrieras si vive en Ámsterdam.
Hoy la prostitución es el deber ser, el paradigma esencial alrededor del cual se construye la sociedad. VENDETE es la consigna. Pero los cupos son limitados. Así que para validar este comercio lo imponemos a la comunidad como modelo de conducta.

Sí, LO, porque vos y yo también somos responsables, por acción o por omisión.
Fijate, desde la caja boba Juan Salvador Pelotudo muestra gatos pulposos a diestra y siniestra. Y de pronto la silicona es la vacuna contra el rechazo social.
Fijate, la televisión es un reciclaje continuo de una novelita barata repetida cada noche alrededor de un concursito de baile. ¿Miramos como bailan? No. Ustedes miran culos y tetas, no mientan. Sean inteligentes como el que suscribe: miren porno. Hay minas desnudas pero no sapucays involuntarios de algún animador potentado económicamente por nuestra imbecilidad criolla. Y no digan que no somos imbéciles.
Somos los que votamos al fascistoide Perón. Somos los que votamos al inútil De La Rúa. Somos los que rendimos homenaje a genocidas como Roca. Somos los que vitoreamos a dictadores como Videla. Somos unos pelotudos.

Y lo peor no es nada de lo antes mencionado. Lo peor es que esto es lo que consideramos transgresor. Como cuando creímos que Hanglin con su nudismo transgredía. No me sirve de nada que un periodista que se pasea en pelotas si defiende a la derecha. Es decir, si defiende a los sectores que cada día son más adinerados a costa de que otros sean cada día más pobres.

Si defiende a instituciones jurásicas como la Iglesia Católica, siempre enemiga del progreso social y amiga de los neo señores feudales y el oscurantismo. Si defiende la alienación del chiste fácil, las tetas, los argumentos de cuarta que, de tan mediocres, parecen haber sido escritos por Coelho, Corín Tellado y la autora de la saga Twilight, que no me importa lo suficiente como para recordar su nombre.
No me sirve de nada pasar del sexo tapado de los días de los dictadores, donde el 69 era subversivo, a coger sin tapujos como hoy, si todavía hablamos en voz baja de regular el aborto en un marco legal, seguro e higiénico, privilegiando la vida de la mujer por sobre la potencialidad que albergue cualquier puñado de células.
Es lo que tenemos que gritar desde los tejados. Estemos a favor o en contra, pero tenemos que gritarlo. Si cientos de miles en dos siglos sangraron para que tengamos el derecho, legítimo e inalienable, de hacerlo.

Pero… no. Mejor apoltronarse en el sofá, mejor permitir que un Juan Salvador Pelotudo nos cuente como es el mundo. Mejor, ¿no?
Los problemas son ajenos. Eso sí, me permito darles un único consejo.

El que quiera rebelarse, que se pare frente a una cámara con un traje de buzo.

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