LA PALABRA DEL PADRE
>> viernes, 3 de agosto de 2012
LA
PALABRA DEL PADRE
Es
difícil comenzar. Supongo que debería darles las buenas tardes o
agradecerles por venir.
Pero no sé si quiero que ustedes tengan una
buena tarde. En todo caso, quiero que tengan una tarde como la mía. Tampoco me dan ganas de agradecer su presencia. Antes
de sentarme acá, frente a los micrófonos, alguien intentó atacar a
mi hija menor. Todos sufrimos demasiado. Todos.
Quisiera
aclarar una o dos cosas. En primer lugar, yo no le enseñé a mi
hijo, ni a nadie, cómo disparar un arma. Nunca lo llevé a cazar. Yo
mismo jamás tuve un arma en la mano. No sé usarlas y no me gustan.
No sé de donde sacó mi hijo ese revolver.
Tampoco
le inculcamos ideas fascistas. Yo soy peronista, como mi padre. Nunca
hablé de política con mi hijo ni le di una biografía de Mussolini,
ni ese libro de Hitler ni, mucho menos, la revista Cabildo, que ayer
supe que existía. En mi casa nunca se habló bien de Videla porque
nunca se habló de Videla.
Ni mi
mujer ni yo somos racistas. Ni homofóbicos. Ni nos molestan los
inmigrantes. Tampoco somos, como se dijo, satanistas. No somos
practicantes, pero siempre fuimos católicos. Leandro tomó la
confirmación, como casi todos los chicos. No encontró esos libros
de Lavey y Crowley en el hogar. Los debe haber conseguido en alguna
librería del centro. Por lo que nos dijeron, son de venta libre,
ciento por ciento legales. No están prohibidos. Voy a hojearlos. Quiero saber si son tan violentos como afirman los mismos que admiten
no haberlos leído; los mismos que nos señalan y acusan.
Lamento
lo ocurrido, con todo el corazón. No voy a decir nada a las familias
de... a las familias de esos chicos. No porque no quiera, si no
porque no tengo palabra alguna. Yo no puedo hacer nada para mitigar
su dolor.
¿Podría
haber hecho algo antes? Leandro estaba en una etapa difícil de la
vida. Se encerraba en su dormitorio. Casi no hablaba. ¿Sus hijos
nunca hicieron eso? ¿Nunca los alejaron?
Leandro
no fue golpeado, nosotros no creemos en los golpes ni en los gritos.
Ni fue abusado, ni violado. Si algo atroz le ocurrió, no fue en mi
casa. Ni lo dijo nunca. Ni tuvimos motivos para creer que le pasara
algo fuera de lo normal.
Me dicen
que debí controlar su computadora, saber qué páginas veía, qué
bajaba y qué subía a internet. Yo no sé hacer eso. A duras penas
sé encender la máquina. La policía me mostró unas páginas
impresas con imágenes de los sitios que visitaba. Sí, tenía
interés en... las armas. Pero también en películas, juegos, las
mismas cosas que los demás.
Cuando
entró a la pubertad se cerró en él mismo. No dejaba que nadie se
acercara. Hablaba con monosílabos, pero nunca trajo un problema.
Nunca lo tuve que buscar en la comisaría, ni me citaban en la
escuela, ni firmé sanciones de ningún tipo.
Algunos
dicen que al menos mi hija debió notar algo en él. ¿Pero qué iba
a notar? Ella tiene trece años. La acusan de no ver lo que
nadie vio; la acusan de no ver el futuro. Nadie pudo prever esto.
¿Se
podía evitar? No sé. Él y... y esos otros chicos consiguieron
armas, armas que alguien les vendió. ¿Entonces quienes son los
responsables? ¿Ellos, por jalar el gatillo? ¿Los vendedores, por
tener negocios? ¿Todos los demás, por no ser clarividentes? Algo de
responsabilidad también tendrán, creo, quienes les dieran motivos
para... para hacer lo que hicieron.
Por
favor, no me malinterpreten. No intento justificar a Leandro. Lo que
hizo... lo que hizo... está hecho. No les guardo rencor por odiarlo.
Ni les
guardo rencor por lo que han hecho con el frente de mi casa. Desde el
día del hecho no salimos, hasta hoy, pero los escuchamos. Escuchamos
los insultos, escuchamos como pintaban las paredes por la noche,
escuchamos... todo. Espero que eso sirva de desahogo a las familias,
que les ayude a seguir, a lidiar con las secuelas.
Pero
sepan que no merecemos esto. Yo no soy un monstruo, mi esposa no es
una puta, mi hija no es... eso que escribieron en mi puerta.
A lo que
quiero llegar, lo que quiero que entiendan, es que nosotros también
perdimos un hijo. Y no sabemos a quien reclamar.
NOTA: Este texto forma parte de una serie de relatos breves. El primero participa en concurso y no podrá ser publicado hasta la divulgación del fallo, por lo que pido disculpas a mis fieles lectores. Sigan los enlaces en cada entrada. En especial si vos, que lees esto ahora, sos jurado de cierto concurso.
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